INCENDIO DE NOTRE DAME
15-IV-2019
Se iba clavando
lentamente,
en el corazón,
despacio,
flecha de destrucción y de tristeza.
La perdíamos, Notre Dame,
la perdíamos,
y éramos nosotros,
de nosotros.
Puntal de los mejores sentimientos.
Un refugio de siempre, para todos,
donde todos entraban,
un siglo y otro siglo,
pobres, ricos,
creyentes, no creyentes.
La belleza fluía sobre todos
desde el cielo color de los vitrales.
Se nos clavó por siempre
tan adentro,
el esbelto camino hacia la altura,
la fina enredadera de la Historia.
El vértigo del fuego despreciaba
el agua de las lágrimas
y dejaba tras sí una cosecha
de brasas y pavesas incrustadas
en el latir más hondo, más profundo.
Al tiempo, al mismo tiempo que caía,
la impotencia y la pena desbordaban
su curso hasta los dedos,
ya impacientes
por alzarla, salvarla, resurgirla;
prueba de persistencia, de triunfo
sobre la finitud, el mal, la muerte,
transformadas en manos las pavesas
y en voluntad y amor
ceniza y humo.
M. Rosúa