LA ESTAFA DE EDUCACIÓN (1)
M. ROSÚA
(Este artículo, apareció, en dos partes, en el diario “Ya” del 31 de Octubre y 1 de Noviembre de 1994, en “Opinión. Tribuna abierta”, página 13. Sólo él, de por sí, el contenido de sus columnas, justificaría el título personal de Casandra que la autora ha escogido para su web. La turbia inundación logse no había aún anegado la totalidad, pero estaba en ello para cualquiera que quisiera verlo. Las denuncias brillaron por su ausencia, las adhesiones por su abundancia ante la perspectiva del botín).
De todas las estafas, corrupciones y fraudes cometidos en España durante la última década, ninguno tan indiferente para la opinión pública y buena parte de sus implicados, tan silencioso y silenciado, y ninguno tan peligroso por su seguro efecto de bomba de relojería como el de Educación.
Es, sin embargo, pedagógico porque ejemplifica perfectamente la política general de este período. Los afectados inmediatos son estudiantes y profesores, pero la gran víctima final es la sociedad española, inundada de diplomas y certificados inflacionarios y sin valor y de jóvenes desprovistos de conocimientos y de práctica del esfuerzo intelectual, empachados de infantilización y victimismo, ineficaces, ignorantes e indefensos en una Europa y un mundo competitivos y duros.
Apelando a imperativos de la extensión (justa e imprescindible) de la enseñanza obligatoria y gratuita hasta los dieciséis años, el Gobierno ha utilizado desde un principio la LOGSE para disponer indiscriminadamente de los fondos de Educación, distribuir puestos, comprar votos, atropellar al profesorado y manipular a la opinión con una fachada de igualitarismo populista. Los presupuestos reflejan a la perfección el fraude: no existen partidas pormenorizadas dedicadas a la reforma, ni financiación de medidas tan ampulosas como hueras. Muy al contrario, cada vez se dedica a Educación un porcentaje menor, que hoy está muy por debajo de otros países de la CE. Falta inversión, pero existe un PER intelectual de diplomas iguales para todos, sin estudio, capacidad ni esfuerzo.
Con paralela incongruencia, en España quedó bien brindar por el socialismo, votar sus siglas y no pretender ni por lo más remoto vivir en un sistema socialista, ha sido de rigor demonizar a derechas conservadoras y tener, sin embargo, como meta una eficaz democracia burguesa de libre mercado, se ha pretendido el máximo nivel de vida estilo europeo al mínimo esfuerzo y productividad laborales, se ha cultivado un luiscandelismo electoral ricos-pobres, malos-buenos al estilo de Perón, mientras la banca agradecía al poder los enormes beneficios obtenidos. La enseñanza es un sector más en la cadena de imposibles lógicos del todo por nada, una muestra de la contradicción palabras-hechos que el país está pagando cara y que las nuevas generaciones van a pagar más cara todavía. El Gobierno capitalizó esa contradicción para sus intereses de grupo, vendió cheques sin fondos y mantuvo artificialmente para su beneficio electoral la imagen de las dos Españas, inculcando su oportunismo léxico a la joven generación con un uso absurdo de los términos “fascista”, “reaccionario”, “derechas”, “izquierdas” y dándoles ejemplos de malversación e hipocresía mientras se pretende “educar en valores”.
Una reforma honesta y seria hubiera disminuido el número de alumnos por aula, ampliado y mejorado la formación profesional y el bachillerato de forma independiente, velado por la especialización del profesor dentro de su materia, categoría y méritos académicos; hubiera defendido la diversidad de aptitudes y otorgado diplomas fiables conciliando extensión gratuita de la enseñanza, pluralismo y calidad. Por el contrario, en oposiciones, concursos y nombramientos se ha oficializado tranquilamente la connivencia por medio del BOE.
En vez de dar a todos los alumnos la oportunidad de alcanzar su nivel óptimo, se les rebaja a baremos de elemental, pasan en EGB automáticamente de curso en curso, llegan a los institutos con niveles abrumadores de analfabetismo funcional según avanza la LOGSE y proceden de centros integrados, el BUP ha quedado reducido a una caricatura de dos años, en clases abarrotadas se presume de ilusoria evaluación permanente, el clima es en muchos centros invivible por la indisciplina y falta de rigor en el estudio generalizado como norma y por la lamentable desprotección del profesorado.
El peor fracaso escolar, resultado ya de la reforma, es no saber. Llueven presiones del MEC para ocultarlo en las estadísticas. Las primeras víctimas del fraude de Educación son los profesores. Los que fueron agregados y catedráticos son ahora un colectivo amedrentado, sometido cada día a una nueva y ridícula humillación burocrática del MEC, sabedor de su indefensión como funcionario ante la arbitrariedad abusiva del Gobierno. Éste emprendió hace años, con el apoyo de CCOO y UGT, todo tipo de medidas para anular los méritos objetivos de antigüedad y titulación y reemplazarlos por criterios manipulables. Así, se ha colocado a los maestros de Básica y FP, colectivo numeroso que resultaba rentable en votos, en niveles de Enseñanza Media que no les corresponden, y se ha enviado al profesorado de Medias a dar clases de asignaturas que no son las suyas a edades que no tienen nada que ver con su preparación, perjudicando al alumno y atropellando al profesor sin por ello dignificar al maestro. El grado de apatía, desmovilización y de temor frente al poder a que se ha llegado en el profesorado no tiene precedentes. La reforma, en franca huida hacia delante, multiplica las amenazas, las mezquindades burocráticas, los rosarios de tópicos, como las setenta y siete medidas ministeriales (número apocalíptico y probablemente de postrimerías) y la vomitiva jerga de “destrezas”, “curricular” y “motivación”.
No podía faltar el recurso populista: En un país cuajado de clanes sociopolíticos que se reparten dineros y prebendas, cuya consigna ha sido el enriquecimiento rápido y el máster en EE UU, se ha presentado a catedráticos y funcionarios de a pie que cobran muy medianos salarios como una élite privilegiada. El Gobierno ha ofrecido vastas guarderías de adolescentes incómodos a una sociedad sin puestos de trabajo, sin plazas de FP, sin tiempo ni ganas de ocuparse de niños y con las tasas de natalidad y las ayudas familiares más bajas de Europa.
Atrapado entre las asociaciones de padres –a las que se han dado competencias desmesuradas que implican intromisión en terrenos académicos- ,los unilaterales derechos de los alumnos, la Administración sólo atenta a la imagen y la inspección, transmisora de las consignas del MEC, el profesor que suspende es un tiranosaurio o un kamikaze. Los alumnos ni saben ni se esfuerzan, la facultad de la memoria se ha perdido, los centros son guarderías hasta el paso a esas otras que son la Universidad y la calle. Que se estudie filosofía o griego, que se reemplace al catedrático de Química por el maestro de gimnasia importan poco. A fin de cuentas, el futuro de los españoles en la CE es de hostelería y servicios.
El fraude más grave del sistema reside en su carácter antidemocrático, en la sustitución del progreso por su caricatura. La igualdad del “diplomas para todos” no es la de oportunidades, sino la adaptación forzada al mínimo común denominador. Perdida en la enseñanza pública la reputación de eficiencia y calidad, se huye de los colegios estatales, más aún de los centros integrados, y en breve de los institutos. Se prefiere sacrificarse y pagar las elevadas mensualidades de un centro privado, porque resultados, ambiente y disciplina son mejores y los diplomas ofrecen credibilidad. Lo gratuito estatal se ha hecho malo al mismo ritmo que la reforma, y la igualdad de derechos y oportunidades es una ficción.
El alumno que estudia se ve obligado a mantenerse al bajo nivel general; el que vale no encontrará la calidad que legítimamente le corresponde, al estudiante de familia de modesto nivel económico y cultural se le roba su única oportunidad de contacto con materias básicas para la formación y el razonamiento, como latín o filosofía. Los diplomas son expedidos para aparentar un logro político. El bajo nivel empujará al abandono de la enseñanza estatal gratuita, que debía ser buena y ser para todos, y va a quedar como el reducto degradado de los que no puedan pagarse otra.
El fracaso de España es mayor de lo que se cree. Y no es sólo escolar.
(YA, diario desgraciadamente desaparecido, de confesión católica, mostró una amplitud de criterio, tolerancia y voluntad de acogida y exposición de opiniones diversas -la autora afirmó su laicismo- que contrastaban con el sectarismo creciente y tribal del periódico y grupo de información y propaganda -EL PAÍS- ya claros portavoces del partido socialista en el Gobierno, al que se deben la LOGSE y la destrucción de la buena enseñanza pública española)