Los dioses malos
En Madrid, febrero 2021.
Sorprendente sorpresa la manifestada en medios de comunicación (prácticamente todos), comentaristas, analistas y público ante el curioso grado de violencia, polarización, agresiones y ataques de todo tipo a la estructura y símbolos mismos de los países que se consideraban cuna y referencia del Estado de Derecho, la libertad y la prosperidad. La ebullición de una materia desconocida parece haber hecho saltar la tapadera en lo que se solía llamar Occidente: Europa y Estados Unidos. Simplemente afloran de forma simultánea, en diversos grados, la parroquia y cosecha de los dioses malos, que han venido predicando, en el silencio cómplice y medroso general, la destrucción del individuo, la de la justicia igual para todos y la eliminación de raíz de la creencia en el valor de cada ser humano. El individuo ya no es sujeto ni centro de política, filosofía, jurisdicción, pensamiento, y, por lo tanto, tampoco es responsable de sus actos, irreemplazable, libre ni único. Lo sustituyen conceptos ajenos a su valor personal y a sus obras. A este giro copernicano de la percepción, e imposición, social sirven, con ejemplar sumisión, las empresas mayoristas de distribución de tópicos. A ello se suman, sea países que se suponían en la órbita del cambio y que, sin embargo, parecen entregados a una violenta regresión, sea otros en el muy mal llamado mundo árabe, que hicieron un conato de huida hacia la modernidad y no se reponen de la caída tras el frustrado salto. Oriente entre tanto observa. Algunos conscientes del mejor vivir que les ha procurado la adopción de sistemas y principios que vinieron del oeste pero que tienen categoría universal. Otros enquistados en la gigantesca réplica del tradicional y déspota señor feudal, aquél que rebosa de mercancías y bienes, pretende modernidad pero que, en el fondo, no ignora que impera sobre vasallos, no sobre ciudadanos. La extrapolación, imposición y blindaje supremacista del poder informático han venido, además, a resultar herramienta de valor inapreciable para la implantación, acelerada en su curso, de la sociedad sin individuos, extraída de éstos la médula de su valor puesto que carentes de responsabilidad personal. La voluntaria ceguera occidental respecto a los derechos humanos, que se evita cuidadosamente mencionar mientras se aplaude la previsible renuncia a su defensa y el afable acomodo con la República (todas las dictaduras afirman serlo) Popular (título, junto con Democrática, igualmente reivindicado por todo totalitarismo que se precie) China, es buena muestra de ello.
Parroquia, diezmos y primicias.
Es hora, sin mayores subterfugios, de que la parroquia de clientelas del victimismo subvencionado, de la utopía a cargo del presupuesto reparta entre los que no lo merecen el botín de lo que nunca sus miembros se ganaron, y para ello necesitan destruir definitivamente al individuo, anularlo, aplastarlo, enmudecerlo, hacerlo desaparecer en fin como finalidad y referencia de lo que es genuinamente democrático, enterrarlo bajo un entramado de cubículos gregarios cuya existencia se justifica y prioriza, en un razonamiento que es pura animalidad. El sujeto pasa a ser un puñado de la masa anónima que se moldea a voluntad y se elige, según convenga, por rasgos colectivos, físicos, étnicos, biológicos, geográficos, ajenos a la personalidad, voluntad,, hechos, méritos y obras de cada persona en sí. La democracia parlamentaria, que ni fue ni quería ser un dios pero sí es la mejor defensa contra las tiranías, el mejor espacio para los ciudadanos, ha sido sido sustituida por su remedo, una ficción chillona, inquisidora, totalitaria y amenazadora que es exactamente su polo opuesto y la más completa y blindada garantía de servidumbre. La lluvia de incongruencias y despropósitos es tal que no halla respuesta ni apenas se percibe. Pero no se trata simplemente de estupidez, error o incompetencia. Siempre hay beneficiarios activos y pasivos. Se nombra, alaba, concede el premio Nobel, condena o juzga en función del color de la epidermis, de la tribu urbana o provinciana de origen, de si se es transexual, homosexual, mujer o miembro de la secta que más votos prometa. El nombre y apellidos, la singladura vital, la identidad real no son sino aditamentos al icono ofrecido a las cámaras y cuyos atributos responden a los de una sociedad anónima.
El evangelio de los dioses malos
Naturalmente el alma misma que, con todas sus desviaciones y retrocesos, animaba a los sistemas occidentales, los Derechos Humanos, las ideas de superior categoría de la verdad, la libertad, la justicia y el respeto debido a las personas por ser tales, sin distinción positiva o negativa en función de rasgo alguno, no tienen cabida en el evangelio de los Dioses Malos, en el culto a la fragmentación, a la diferencia y a la confrontación, indispensable ésta para justificar el asalto al inmenso botín que representa el Estado en sí. Se trata de un evangelio antagónico a los valores gracias a los cuales se han construido con esfuerzo civilización, progreso y un bienestar superior al nunca logrado antes. El antagonismo revierte en el culto al mínimo común denominador en todos los sentidos presentado como igualdad, en la instalación ubicua de tipos de censura patentes, oficializados o, apenas, encubiertos, potenciados con una rapidez inesperada por la pandemia de 2020-2021, que ha ofrecido a grupos de poder y propaganda (valga la redundancia) y a aspirantes a tiranías sinobananeras la posibilidad de capitalizar el miedo, silencio, aislamiento y parálisis institucional y política en los que se encuentra sumida la población. Para que la ola parásita pudiera pisar en tan poco tiempo tan a fondo el acelerador de la instalación de una parodia siniestra de la democracia, para anular ciudadanía y Parlamento en renovadas e indefinidas horas veinticuatro hacía falta una catástrofe súbita.
El evangelio de los Dioses Malos es, lógicamente, futurista y totalitario, pero desdichadamente con un reino muy de este mundo. Su maqueta del preceptivo paraíso terrestre es un híbrido de comuna hindú vegana, animalista y beatífica regida, eso sí, por la casta de los nuevos gurús que, en la trastienda, se apoyan en dictaduras, ejércitos, policías, armamento y empresas tan concretos como los de los dos grandes países con vocación de imperio actuales: China y Rusia. Los coros y danzas de la felicidad continua exhiben la maqueta de su paraíso, inatacable porque se sitúa en épocas como mínimo a una o varias décadas vista, en el cual, con la propiedad privada, han desaparecido la libertad, autonomía y criterios individuales para dejar paso la más estúpida de las servidumbres. El gran lujo de los grandes ricos es precisamente ése: La exhibición de austeridad, la revelación mesiánica de la simplicidad suma y la comunión universal con vegetales, animales y con cuanto conglomerado de átomos se presente. Acompañadas de un desprecio olímpico por los bienes cotidianos de este mundo, desde el cafelito mañanero hasta el coche utilitario pasando por el sofá y salón propios y por esos objetos retrógrados llamados Parlamentos, periódicos, individuos que se desahogan insultando al Gobierno y que son felices, de vez en cuando, con unas cañas con los amigos o con un traje nuevo.
El Satán tradicional era un pobre diablo en comparación con el apóstol resplandeciente que, junto con el resto de su club, descubre al ensimismado auditorio que pobreza es riqueza, unidad variedad, hambre salud, fatiga alegría, aburrimiento éxtasis, enfermedad experiencia, propiedad engaño, cuerpo banco de órganos.
El lujo del gran rico, ahíto de vulgares placeres terrenales y que revisa, con hastío, la extensión universal de sus empresas, es la gastada túnica versión chándal y el bosque, el ashram hindú, que no en vano aparece en el país de más férrea división en castas. Son bienvenidos el budismo new age y las imitaciones de cueva tibetana, pero guardándose muy bien de entrar en detalles, como que China invadió y ocupa el Tíbet, asesinó, encarceló, destrozó los templos y obligó a huir al Dalai Lama y a miles de personas.
El Padrino oriental es tranquilo, afable y comprensivo, ofrece grandes ventajas a los que transiten por la Nueva Ruta de la Seda, pero cuando de dominio real se trata tiene bien aprendido el código siciliano y no admite que parroquia y clero cuestionen ni un milímetro su dominio estratégico e ideológico. El Padrino oriental, siguiendo la tradición, no se prodiga, es discreto y, como en el teatro de sombras, la ópera local y el kabuki, simplemente esboza, alude, señala una realidad que, ésa sí, es única, muy precisa, no contempla alternativas y deja claro que no existen salvación, episodios, argumento ni personajes otros que los marcados. Se trata de una planificación de gran envergadura que toma como escenario espacio-temporal los cinco continentes, a través de las vías estratégicas y comerciales en proyecto o en uso, y comprende este siglo y los venideros, fiel al mañana cantarín del comunismo clásico.
Demografía del Olimpo
En la cima de este Olimpo los Dioses Malos y su alto clero podrían encontrarse, sin saberlo, con otro colegio apostólico entregado como ellos a la suprema embriaguez: La de la Nada tras tener y haber tenido todo. Se trata del perfecto terrorista islámico. Ben Laden había poseído y gozado de cuanto puede ofrecer la vida a un príncipe árabe. Llegó entonces al punto en el que el lujo extremo es la voluntaria carencia, pero no en un solitario retiro, sino como activa doctrina que reciban y acaten los fieles. Descubrió el placer inigualable del abandono de las pasiones terrenales a cambio de una pasión mayor. Él, también, tenía una divinidad de referencia, no terrenal como los Doses Malos pero sí cómodamente abstracta, indiscutible, lejana: La anulación de lo existente, de las sucias sociedades de pensantes y variados individuos. La pureza letal es indispensable para el evangelio militante de la renuncia, el vacío y la nada, únicos que permiten, tras la gran limpieza de cuanto complace los sentidos y el intelecto, el establecimiento del mundo ideal según las naturales leyes, que comienzan por la radical selección física y mental de los seres humanos. Los Dioses Malos se sorprenderían de hallar en la colina de sus bienaventuranzas el rostro beatífico, la sonrisa del líder que ya ha degustado la embriaguez de la soledad de altura, de élite perfecta, del desprecio a la turbia corriente de la vida.
A los Dioses Malos de Occidente los anima parecida soberbia, la de la humildad extrema, la del Sumo Sacerdote que renuncia a la cruz de oro y vestimenta que llevaron sus predecesores no por sí mismos sino por razón del cargo, y que exhibe la cruz de plata y las zapatillas de fieltro proclamándose el más modesto de los modestos, digno de la simpatía fraternal de los que han alcanzado la cima del desdén por su propia riqueza y desprecian comodidad, apariencia y esos objetos propios del anhelo de los pobres. El Sumo Sacerdote predica la carencia de bienes de este mundo, en franco contraste con las genuinas caridad y humanidad cristianas de un dios que comía cordero y pan, bebía vino y animaba a ocuparse de los enfermos e inválidos. El público ideal de los Dioses Malos es otro, una Humanidad ya pasada por el filtro selectivo de la nada tierna Madre Naturaleza, seres jóvenes, vigorosos, resistentes, voluntariosos en el seguimiento de consignas, más dados al empleo de la energía en el deporte que en el cerebro, con buena imagen y sonrisa propia de la felicidad permanente. El Hombre Nuevo en fin, no tocado por alusión alguna a la enfermedad, la decadencia, la tristeza, la muerte Tampoco por los surcos de la reflexión ni por el peso de la memoria. Elástico, fresco y desdeñoso de la buena comida popular y del agua caliente pero admirador de todos los signos de jerarquía y dominio en los que el austero apóstol se complace. Réplica en fin del líder incombustible, a imagen y semejanza, en menor formato, de los nuevos dioses.
Topografía del Olimpo
Finalmente es un evangelio que carece de originalidad pero no de muy material e inquietante estructura. De hecho, nunca, gracias al uso pervertido y monstruoso de la telemática, su poder había sido tanto. El reino que se pretende implantar en este mundo y cuyas consignas se escuchan en millones de canales y mensajes no es otro que el viejo comunismo remozado, el afán totalitario, el manual de fabricar en serie el Hombre Nuevo y ponerlo a disposición de los mandarines. El neocomunismo actual, todo sonrisas y verdor, tiene como música de fondo los aplausos del partido único Chino y las más toscas pero muy convincentes amenazas de las mafias rusas, de Moscú y de los controladores del paso de materias primas. Corresponde al temible empeño de destruir desde el interior, por franquicias interpuestas, países e individuos libres, arrebatarles cuanto poseen y la idea misma de trabajar por ello, empujarlos a un redil donde disfruten, y agradezcan, la igualdad del pienso. Ahí reside la felicidad de los auténticos ricos: sobrevolar la grey, soldar sumisión y devoción en el vapor que a ellos les sirve de perfume, escuchar por doquier dos y dos son cinco, cosechar abrazos y sonrisas. Y gozar luego con su corte, una vez revisados en múltiples pantallas los informes, de los bienes y placeres debidos a los líderes.
Sin embargo la fractura entre los núcleos que imponen, sin asomo de consulta democrática, cambios radicales en el tipo vida y la indignación e inquietud que sienten aquéllos forzados a someterse a decisiones ajenas que repugnan al sentido común y a la profunda y legítima aspiración a la propia autonomía y al bienestar cotidiano, la negativa a sacrificarse en nombre de dioses en los que no creen, la oscura conciencia de opresión y fraude han alcanzado dimensiones y presiones propias de placas tectónicas. Y el magma no encuentra puntos de salida porque se les ha arrebatado la dignidad y la palabra, precisamente arrojándoles simulacros de comunicación infinita y de quimérico y perdurable reparto de beneficios que recibirán por la pantalla sin moverse del asiento o reclamarán en monólogos interminables con grabaciones telefónicas mientras en las calles se hacinan parados que podrían y querrían ofrecer mucho mejores y desde luego preferibles servicios directos físicos.
Los apóstoles online
Desde América hasta los confines de la desgajada y desgarrada Unión Europea, el hervor y explosiones consecuencia de la presión llevan gestándose mucho más de los diez años que suelen atribuírseles, aunque hayan saltado al primer plano recientemente y adquirido un pico de notoriedad con las últimas elecciones presidenciales norteamericanas y la permisiva y teatral, atrezzo lumpen incluido, toma del Capitolio. Es la perfecta ilustración, en trazos muy gruesos, de lo que se presenta como masa compuesta de los despreciables, zafios, atrasados, impresentables y malos, a los que no puede menos de personificar alguien como el Presidente saliente, que reunía esas cualidades y no dudaba en exhibirlas.
Las élites miméticas de la norteamericana, la beautiful people de Europa y aledaños, no han dudado, con conmovedora homogeneidad, en analizar y comentar cuanto sucedía recurriendo al instrumento del que llevan sirviéndose varias décadas y que han incrustado en la cultura, los mensajes y la conciencia popular. Se trata del chantaje dual, tan fácil como falso, servido por la reciente plantilla de dioses y evangelios, provistos de tópicos bienaventurados, de un bien remunerado sacerdocio y de una red de inquisiciones. Se han secuestrado lenguaje, medios de comunicación y a la expresión y gestación mismas del pensamiento en una especie de implante cerebral de autocensura mediante el cual grandes contingentes de población creen que se hallan en un mundo en el que prácticamente la especie humana se divide, y ha dividido desde la aurora de los tiempos, en Buenos/Malos, Éstos deben identificarse -y ay del que automáticamente no lo haga- por una parte, en los primeros con el marchamo de izquierdas, progresistas, socialistas, comunistas, antifascistas, trabajadores,, feministas de género, inclusivos. centristas .dialogantes. En los segundos, abominables sin paliativos, las etiquetas fatales son derechas, liberales, fascistas, capitalistas, burgueses, nazis, conservadores, propietarios, emprendedores, reaccionarios, machistas, extremistas, crispadores, racistas. En el caso de España, vergonzante donde los haya, en la que la visión política ciudadana se ha revelado incapaz de ir más allá de la comunidad de vecinos mal avenidos, es preceptivo añadir como Buenos nacionalidades, multicultural, identitario, ancestral antifranquista (Nota Bene: post mortem), foral, diferencial. Los Malos gozan además en este caso de epítetos constantes: facha, centralista, franquista, nacional.
Las Tablets de la Ley
Los nuevos dioses se sitúan, en un espacio lo suficientemente alto, difuso e incontrolable como para servir a las proclamas de cualesquiera líder y élite que, en su nombre, culpabilice e imponga diezmos y vasallaje a la grey a la que él graciosamente favorece y salva. La franquicia oficial del mesías invoca a sus pares celestes. El Dios Planeta, el Dios Futuro, el Dios Clima, el Dios Energía Bondadosa, el Dios Medioambiente, el Dios Género y el Dios Victimas y Víctimos son perfectos para el perfecto totalitarismo anónimo. La utilización mercenaria del nuevo Olimpo, del socorrido santoral a siglos vista, ejerce exactamente el efecto contrario al que se proclama, impide medidas y estudios razonables, ceñidos a situaciones, lugares y seres concretos. No habrá dictador que no se deshaga en alabanzas a la nueva red de Burós Políticos Verdes, Dialogantes, Progresistas, Ambientalistas, Ecológicos, Inclusivos, Policéntricos y Multiculturales. Se trata, además, de dioses que resultan extremadamente adaptables en mantenimiento y sacrificios y que, como Futuro, el más cómodo de los dioses por cuanto inexistente, están exentos de críticas so condena de herejía.
El arma del dualismo preceptivo es un instrumento de chantaje, continuo, social, cultural y, sobre todo, económico, puesto que significa llanamente la promoción e implantación de capas de parásitos exclusivos dueños y administradores de plataformas y sumisas audiencias, de las que extraen beneficios a escala de los Estados, lo cual rinde mucho más que corrupción alguna, gracias a la intimidación que su monopolio oficial supone y a la consiguiente extorsión ejercida contra los que sí producen, crean, valen. En suma, una sustitución del mundo real por el irreal de explotación a distancia. Un márketing de proporciones tan colosales se consigue con un dominio de los medios de comunicación abrumador, gracias a la feliz confluencia de la ola de clientelas parásitas de utopías subvencionadas (fenómeno históricamente nuevo) y el imperialismo informático. No se trata, ni mucho menos, de un simple fenómeno pasajero de manipulación semántica y demagogia. Su dimensión se está revelando día a día, por la implosión de estructuras básicas de los países, por la inclusión en el índice de ideas prohibidas de los valores universales, por el abandono de la defensa y mención de éstos cara al exterior y por una regresión obvia y acelerada, ante la que las víctimas y afectados por la plaga parásita permanecen mudos, acobardados y desarmados a causa de la presión ambiente, de la necesidad de aceptación laboral y social, de la convicción de impotencia y por el franco temor, que se palpa incluso en las más informales conversaciones, de verse incluido en el bloque de los Malos, reaccionaros, fachas, derechistas y de ser objeto de rechazo, agresiones u ostracismo. En este sentido, se está viviendo la época de menor falta de libertad, literalmente, y mayor atentado contra la vida privada que se recuerda. Todo un logro.
Al desgajarlos de su contexto histórico para construir el mito dual, términos de muy real peligrosidad, como nazi, genocidio, totalitarismo se han banalizado y por lo tanto, al no existir delitos per se y responsables, criminales y crímenes, se ha abierto una tierra de nadie ética en la que puede acampar cualquiera y hacer y afirmar lo que le plazca mientras se cobije bajo una bandera y goce de audiencia suficiente. Hacia ese descampado se precipita un muy especial lumpen que se ve excluido y despreciado por la nueva e inalcanzable élite y que carece de formas de expresarlo, tanto más cuanto que el placebo del diluvio de mensajes es inversamente proporcional a la reflexión, el conocimiento y la significancia. El interesado mito dual ha producido también efectos nefastos en el polo demonizado de los Malos. Las víctimas de la nueva inquisición están lógicamente a la defensiva, no ven sino ataques en cualquier alabanza del sector público y se enquistan con frecuencia, sin análisis objetivo ni racionalidad algunos, en puntos ideológicos abstractos, pasionales y ajenos a la complejidad de las situaciones individuales reales y al valor de la solidaridad
La plaga dual es pandémica, ha anegado múltiples países, pero ninguno es un ejemplo tan claro como España, porque en ella se ha llegado al evidente extremo de país fallido, lamentable zurcido de piezas y remiendos que prohíbe el uso de su propia lengua, se reparte entre clanes, abomina de su historia y es la única entre las que deberían ser sus pares que ya no merece el nombre de nación. Su caso ilustrará probablemente capítulos de estudios sociológicos por su especial explotación del mito dual a fuerza de recrear el fantasma de una pasada guerra civil de forma que sirva de perpetuo instrumento para mantener a la población bajo chantaje y monopolizar, con intención de eternidad, poder, control y economía .por parte de la clase parásita. Figurará en los manuales como ejemplo del paso de país a anécdota.
El Antiguo Testamento
La extrapolación de vocablos que sólo son válidos referidos a épocas y situaciones concretas y únicamente pueden ser utilizados en estudios históricos y sociológicos no es, finalmente, sino una de las facetas de un fenómeno de mucha mayor envergadura que puede, y está de hecho logrando, sumir en la indefensión a millones de personas. El obligatorio dualismo tiene una semilla, de considerable tamaño por sus efectos aunque relativamente reciente, que se ha utilizado para explicar nada menos que la totalidad de la Historia desde que el homínido bajó del árbol. El dogma de la Lucha de Clases, que trata con apariencia científica y definitiva cualquier faceta humana, reduce en realidad a los sujetos a rebaño, a categoría animal cuyos miembros nacen, viven, se reproducen y mueren definidos por una especie de genética semejante en cada uno a la de los demás de su grupo, homogéneo éste en comportamientos y rasgos con variaciones puramente zoológicas. Establece un dios colectivo e inmutable llamado Trabajadores que ignora la evidencia y el presente y sacrifica vidas y haciendas al Dios Futuro. Desgajado de circunstancias concretas, de análisis, el dogma es simplemente falso, y su énfasis en su igualitarismo enfermizo delata de por sí la pobreza del razonamiento, su agresividad en la imposición da idea de la carencia de base real. Se trata de una construcción en la que desaparece el individuo como sujeto, y con él cuanto lo protegía, las leyes iguales para todos, la pluralidad de las formas de expresión, la búsqueda independiente por parte de cada cual de la existencia que considere más dichosa.
Su mutación actual, del siglo XX al XXI, consiste en dominar órganos de propaganda, alimentar continuamente variables de rencor victimista, disponer de vastísimas clientelas dependientes en lo material, cultural y laboral de satrapías anónimas que les reparten lo que ellos ni se merecen ni se han ganado por sí mismos y reservar para la nueva e inalcanzable élite lo mejor de lo anteriormente producido. Poco importan los cuerpos, en este contexto. Es mucho más útil el dominio, desde el interior, de los comportamientos dirigidos por la diaria ración de consignas disfrazadas de ideario preceptivo que tiene un mandamiento cardinal: No percibir la realidad, los actos concretos realizados por personas concretas, es decir, lograr la desaparición de la responsabilidad individual, la desaparición del planeta auténtico, que es el cotidiano, y su sustitución por construcciones virtuales, eternas y universales. Éstas son al mismo tiempo transitorias, puesto que cada una reemplaza impunemente a la anterior sin posibilidad de réplica ni aun de recuerdo, porque memoria y conocimiento han quedado abolidos y su frágil, limitado y manipulado espacio es el de una pantalla cambiante que carece de reservas propias gracias a la destrucción de los fundamentos del saber por obra de Reformas Educativas diseñadas para ello, y que no por azar son acérrimas enemigas de Humanidades, Historia, Estudios Clásicos, Arte y de cualquier acto y persona que muestren grandeza o que hayan sido guiados por caridad, desprendimiento, heroísmo, honradez y excelencia.
El saber sí ocupa lugar
El limitado espacio de la percepción y la memoria es ajeno a la omnipotencia cognitiva que parece ofrecer la lluvia de comunicación. Lo que está ocupado por Me Too, por normas sobre el color rosa, por la felicidad sin propiedad y el eterno San Valentín prometidos por China y la vasta mafia oficial rusa no deja oportunidad ni lugar para hablar de los millones de muertos, de sus campos de concentración y de sus presos. Ni tampoco hay sitio para la mayor discriminación que ha existido y existe: La de las mujeres en el Islam, véase la teocracia iraní.
El ser humano aquí y ahora, irreemplazable, de vida corta y derecho durante ella a buscar su propio camino, es objeto del mayo desprecio e impune agresión por parte de los nuevos dioses. Su mayor enemigo es la mesnada de Hombres Nuevos diseñados por los subalternos del olimpo, de cerebros y rostros lisos y sonrientes y mirada fija en el futuro luminoso mientras ignoran y pisotean a los hombres reales.
Naturalmente, en tan idílico panorama a la memoria y la evidencia las sustituye el relato, una construcción momentánea de los hechos presentes y pasados sobre la cual es fácil colocar al dios Futuro, y cambiar su apariencia según conveniencia del momento, de forma semejante a cómo se cambian los canales en pantalla. El evangelio relato pasa a ocupar el espacio de cuanto era conocimiento, análisis, historia; en él Europa desaparece y se amputan sin rebozo desde la cátedra y el discurso sus raíces, muy presentes y profundas, del Derecho Romano, la cultura clásica grecolatina, el cristianismo. Libertad, individuo y Derechos Humanos desaparecen por el sumidero junto con la necesidad de correr riesgos por ellos y defenderlos. Tal defensa no tiene sentido en un espacio que ya no se considera heredero de nada, de nadie ni de civilización alguna puesto que se ha reducido a un flotante y variable archipiélago de entidades diversas prestas a acomodarse a cualquier vencedor medianamente seguro de sí. El empeño de unión europea, los ideales del siglo XX, son presentados como vías muertas ocupadas por burocracias distantes y enfrentamientos patentes o larvados, mientras el decepcionado vulgo, ya maduro para la sumisión por el antiamericanismo que lleva escuchando desde hace décadas aunque los gastos de su libertad, defensa y buen vivir hayan corrido a cargo de Estados Unidos, está presto a rendir vasallaje al decidido y abrumador poder del totalitarismo de los nuevos amos. El relato occidental sólo admite pequeñas europas incapaces de sentimiento común, pasión ni nervio alguno
La limitación de espacio no atañe ni mucho menos tan sólo al cerebral y psicológico. Tiene otra faceta de paralela envergadura: La material, la económica, la distribución de un muy definido presupuesto, de medios y partidas que se miden en números y que si no van a un sector van a otro, sumas que las parroquias de los dioses malos se disputan con uñas y dientes, con tanto mayor ferocidad bajo la fina capa de angelismo cuanto que los beneficiarios son conversos cuyo exclusivo mérito es el control de la comunicación, la propaganda y la repetición de consignas de amor, paz y felicidad planetarias, multiculturales, verdes y eternas.
Ambos espacios, el cognitivo y el material y económico, están ligados como nunca en siglos pasados había ocurrido, porque se ha impuesto, técnica y puñado de monopolios comunicativos mediante, a una cantidad abrumadora de habitantes del planeta una realidad virtual, un deber ser venido de las alturas y predicado desde Sinaíes inalcanzables por Moiseses de sociedades anónimas. La relación entre las sucesivas cruzadas y la evidencia observable es nula, el uso espurio de la informática obvio, la ciencia está secuestrada mientras los fondos van a subvencionar cruzados y comisarios de las sectas. La élite del bien remunerado evangelio está lejos de ser el jardín temático de millonarios aburridos que juegan a la manipulación utópica. Es el envés indispensable de formas de explotación y dominio muy de este lugar y tiempos y de un plan sin libertad alguna para los siglos venideros.
De sacrificios, timos y callejeros del Paraíso
Los dioses tienen, generalmente, en las mitologías su contrapartida femenina. Futuro no puede ser menos y a su palio acompaña estrechamente Modernidad, en cuyo nombre dictadores y franquicias pueden imponer cualquier cosa, planear en un espacio etéreo ajeno a la menor crítica y cambiar, Tablets de la Ley en mano, sin asomo de consulta democrática, la vida cotidiana de millones de seres. Para mayor poder, riqueza y gloria del nuevo Olimpo, cuyo clero se caracteriza por un tipo de estupidez original, nueva y telemática mezcla de suficiencia, desprecio por el vulgo, ambición y prepotencia que ocupan en ellos el espacio de la memoria, la experiencia y la inteligencia. Naturalmente, por beatífica y desligada de los bienes de este bajo mundo y de sus torpes habitantes que la nueva religión pueda parecer, los dioses malos amén de obediencia y diezmos, necesitan sacrificios, humanos incluso, porque el miedo es, por mucho que se lo vista de austeridad de diseño, garantía de sumisión. Conviene incrustar, tatuar bien en las conciencias que sus pequeñas vidas son deleznables y prescindibles al lado de la salvación del planeta y de la de cuantos animales y plantas lo han habitado. En países donde hasta el más diminuto caniche debe tener sus vacunas y garantías de vigilancia conviene soltar osos y lobos, nada vegetarianos, y considerar sus posibles y presumibles víctimas homo sapiens caídas en pro de una causa mayor. Convencida la sociedad, por medio de los arcángeles del dios correspondiente, de que buena parte de ella sobra, el humano intruso debe manifestar su alegría por contribuir, con sus proteínas, a la reproducción de cualquier ser que no lo sea. Cuando no pueda arriesgarse a andar por el campo sin exponerse a la garra del oso, felizmente desaparecido hace siglos de la montaña hispana, cuando sienta, antes de que le degüelle, el hálito del lobo, cansado del cordero del menú, a su espalda, siempre podrá consolarse, antes de morir, con la esperanza, gracias a la genética, de la próxima recuperación de los voraces reptiles gigantes del Jurásico.
El evangelio de los dioses malos promete un paraíso terrenal de parques temáticos de minorías agraviadas sustentadas, sin mayor mérito que su identificación gregaria, por sectores acotados al efecto y sometidos por la policía del clero del nuevo culto a las víctimas diferenciales. Con la ayuda inestimable e indispensable de la dictadura paralela online, que, en vez de integrar naturalmente en límites prácticos de utilidad general las nuevas tecnologías, se esfuerza en crear una red de absoluto control y dependencia en un grado jamás conocido y que, lejos de procurar progreso y bienestar, está eliminando hasta la más mínima posibilidad de expresión democrática, autonomía, intimidad y defensa de derechos. La desaparición del individuo y la ocupación de su espacio significan la erradicación de relaciones físicas, comunicación directa, privacidad y autonomía, y la sustitución de muy queridos usos cotidianos por la esclavitud entre cuatro paredes y una pantalla, mientras las élites gozan de los placeres de la vida real. Nada más grato que este panorama para el dictador y su corte, que sacarán ritualmente en procesión a los dioses malos con Futuro a la cabeza, ante cualquier asomo de protesta y reinarán sobre el rebaño ideal segregado por el Estado de Excepción, tan prolongado como sea posible, que pronto se confundirá con los usos habituales.
El rescate
La persecución del individuo ha sufrido y sufre un ataque de inusitada, pero organizada, violencia en todos los frentes. Y es inseparable de la destrucción del fundamento mismo de cuanto ha hecho mejor, universalmente adoptada, libre, próspera y grata una forma de vivir, pensar y organizar sociedades. Hay una mezcla de depredación impune, codicia, envidia, rencor social y odio sembrada en ingentes cantidades, una degeneración, que sería caricatural si no fuera por lo letal de sus efectos, del término democracia, que no en vano emplean indefectiblemente todas las dictaduras. El sistema del que ha desaparecido el individuo en sí como centro ha sido tomado por elementos ajenos a la libertad y valores de la persona, véase etnia, lugar geográfico, sexo, color de la piel, ritos tribales, usos comunitarios religiosos, historias míticas. Exactamente lo contrario al progreso y la civilización, que han sido claramente, y con no poco esfuerzo y retrocesos, una lucha por la independencia de las cadenas externas, predeterminadas por factores ajenos a la libre voluntad, una toma de conciencia del valor de esfuerzo, trabajo y méritos propios sin los cuales no hay solidaridad ni bienestar algunos, un ascenso hacia una humanidad que sin el ejercicio del libre albedrío ya no lo es.
Precisamente por eso, y porque el revulsivo de la pandemia ha venido a poner en evidencia en toda su crudeza la fragilidad de lo que se daba por adquirido y perdurable, es buen momento para aprovechar la oportunidad del rescate, de la forma mejor de vivir que se quiere destruir y reemplazar, de la idea del individuo con todo lo que conlleva, de las bases fundacionales de Europa que fueron y son capaces de universalizarse por la común aceptación y comprobación de su excelencia. Es tiempo de rescate en la reflexión sobre China, que no es una masa amorfa de millones de autómatas ni un alien de monstruoso tamaño y lejanía, sino seres con capacidad de diferencia, disidencia, voluntad y cambio. Tiempo de rescate y denuncia de la falsificación de la historia y del antiamericanismo de salón, de la delegación de la autonomía personal y de la conciencia de su precio. También rescate de la indispensable revolución técnica, de la tecnología adaptada, y no a la inversa, a la necesidad y deseos reales de la gente concreta. Con clara percepción de que se puede morir de seguridad y no de amor, vivir miserablemente bajo la aparente comodidad instantánea de nuevas dictaduras, perder cuanto por simple instinto se sabe que es mejor y estimable.
La confrontación con la desgracia, el desconcierto, la indefensión inicial ante la pandemia han desnudado el hermoso cuerpo de lo que por civilización se entiende, lo han hecho, por ello más vulnerable pero también más propicio a recuperación y diagnóstico, más accesible al aprecio por la conciencia de que puede perderse y de que es forzoso luchar por él. Sin temor a los falsos dioses, Rescatando así cada uno lo mejor de sí mismo.
El arma más poderosa
Hay algo que es más poderoso que todo: Una idea, cargada de libertad, de respeto por el individuo y de amor a la vida. Es arma lenta, con pausas y retrocesos, pero su poder nada lo iguala. Es exclusiva de la especie humana, los colmillos, astas, garras y veneno del primate desnudo e indefenso. Anida quizás en un recoveco gris de su cerebro mas no es sólo cerebro. Quizás se desplaza por su médula y navega en su sangre. Corre a más velocidad que el guepardo, hiberna y se aletarga durante largos períodos. Puede hacerse invisible como el agua bajo la luz. Pero luego crece, se afirma, resplandece, y muestra esa cualidad única que es la capacidad de dar lo que no se tiene: Fuerza, esperanza, ánimo.
Siempre es primero la idea, y luego se materializa en un objeto, en un plan, en actos. Inexplicables serían si no la extensión de proyectos, los descubrimientos e invenciones, los cambios de gran envergadura a partir de pobres orígenes y aislados individuos.
Tiene su reverso, de temor, cobardía, servidumbre, que, como carroñeros al acecho, siempre esperan su oportunidad temporal. Sin embargo el arma es tan poderosa que sobrenada crisis y bajezas, prende, y ya no se extingue, erguida como una vela a imagen del hombre frente a los tanques, saboreando, junto con el reprimido instinto de la fuga, el sabor de su propia dignidad.
Para envidia de los malos dioses.
Rosúa