EL MONUMENTO AL VOTANTE DESCONOCIDO
(17-Mayo-2015. Madrid, una semana antes de las elecciones)
La llama tiembla, avanza y retrocede en el estrecho cuenco de piedra que la acoge y alimenta. Fluctúa, como un barco en alta mar, pero no se extingue. La alimentan historias que no figuran en la prensa, no enmarcan las pantallas, no tienen la menor audiencia. Paralelamente, pero en un monumento historiado sobre el que convergen todos los focos, crepita la voluminosa pira de los fabricantes y recolectores de votos, que chispea con la grasa abundante de la piara nutrida de impuestos nunca anunciados como tales a la voz pública, lancetas que sangran a la res enorme de la controlada y laboriosa población. El Gobierno en pleno, el de la luz y el de la sombra, relumbra y proyecta a gran distancia y hasta cada uno de los hogares el mensaje de la generosidad y las dádivas, la escalera ascendente y la garantía de prosperidad futura y presentes desvelos por el bienestar general. Siempre general, siempre vistoso, ruidoso y sujeto a las modas de la coyuntura.
Más allá, están la ocultación, la anonimia y el silencio. El eco cubre y suplanta a palabras, hechos y realidades. Luce el voluminoso monumento, la pira al votado demasiado conocido.
Mientras, flamea en la llama del desconocido votante cuanto se le ha arrebatado sin alharacas ni denuncias porque los peores robos, los atracos impunes y de botín más generoso, las corrupciones de real enjundia son las legales y no gozaron jamás de unas líneas en prensa, tertulia ni radio. El votante desconocido arde y se consume, con su pobre vida y sus pobres medios, privado de toda defensa, porque una ley retrospectiva ha exigido que se le hagan pagar a la madre de todas las hogueras, la Hacienda Pública, todos los atrasos por las míseras pensiones que ha recibido por su trabajo, hace veinte o cuarenta años, en el extranjero. El votante anónimo acerca mansamente lo que le queda de lana a la cercana pira porque, en un repentino pase de malabarismo contable, se han tocado, sin decir palabra a los medios, los tramos impositivos, y lo que hubiera sido escandalosa subida de impuestos, al no figurar como tal en parte alguna, simplemente no es. Se manifiesta exclusivamente en el expolio de ese ganado bovino al que se arrebatan la mayor parte de sus magros ingresos. La llama sube con forma de lágrima, y no hace el menor ruido, porque el votante anónimo sabe de su total indefensión, de que jamás estuvo más controlado, fichado, esquilmado, inerme ante las leyes, más dependiente, más atemorizado y más vasallo del coro, visible e invisible, que le expolia.
Por canales que de tosca piedra se van convirtiendo en mármol de Carrara, corre la sustancia vital del pequeño pero tenaz monumento al Votante Desconocido hasta el brasero enorme, en forma de pira y de piñata, donde engorda la masa de los cerdos y sus lideres envían, con las gotas de su lustrosa piel, la sustancia de la pequeña llama anónima convertida en fuegos artificiales de regalos a los jefes de las tribus, a las apuestas legiones de ciclistas acostumbrados al derecho de pernada viario, a los sembradores de ruinosas energías alternativas diversas, a los bardos cinematográficos que deberán cantar los loores de la piara, a los infinitos distribuidores de añejos carnets de víctima de un remoto, providencial y malísimo dictador sin el cual ninguno de los beneficiarios seguiría cobrando por cantar la guerra en que no lucharon.
A la pequeña llama del votante desconocido se acerca tímidamente el que aún ha logrado, con grandes penas, salvar para la causa de la libertad un óbolo y lo lleva escondido, entre camisa y pecho, como el pomo de esencias de la Magdalena, para ofrecerlo a la desdeñada, diminuta llama de la libertad, de la igualdad ciudadana en cualquier parte de la nación española, al cuenco donde arde, ignorado, el afán de memoria limpia, de justicia sin venganza, al rescoldo inextinguible de un 11 de Marzo jamás esclarecido que envileció al país y a su población, como un muerto tenaz, para siempre. En el humo de la pequeña llama del monumento prácticamente desapercibido para los viandantes se percibe cierto olor a resina de árboles sin atención y sin riego que, en un sobresalto caciquil de la piara, se optó por talar sin orden ni concierto, y sube por el aire límpido el clamor, silenciado como cuando se quita la voz a la pantalla, del hombre corriente que anhela vivir sin el continuo atraco y el ojo vigilante del buitre sobre su cabeza.
Desde la gran pira del monumento al votado se dispone la asignación de fondos substanciosos para nuevos servicios de bomberos especializados en la extinción de llamas pequeñas.
Rosúa