SUMERIA. LA ESCRITURA CUNEIFORME.
La dimensión temporal, sus asombrosos miles de años de existencia, es lo primero en llamar la atención, porque se conjugan todos los rasgos de una civilización madura y auténtica con la lejanía cronológica y su persistencia como lengua viva y después como lengua muerta, pero utilizada por toda el área de Oriente Medio y Egipto como vehículo diplomático, de una manera similar al latín en la Edad Media.
Que aparezcan hacia el 3500 a. C. grandes ciudades, monumentos, administración, libros y cuentas grabados en arcilla resulta en sí sorprendente. Lo es todavía más su duración, su diferencia respecto al imperio egipcio, y el hecho de que sus últimas manifestaciones escritas lleguen a la orla de la era cristiana. Lo que no impidió que, cargada de milenios, toda ella se hundiera en las arenas desde las que había tomado forma y que sólo en el XIX los arqueólogos hayan ido desenterrando, con intervalos y gran esfuerzo, en lo que es hoy una zona difícil, peligrosa e inestable, algunas pruebas del gran yacimiento todavía por ser catalogado y estudiado.
Carece, lo que actualmente puede observarse, de la belleza aristocrática y refinada del arte egipcio, no hechiza con la magia de las perfectas formas estilizadas para el uso funerario de unos pocos y las salas de espera de la eternidad, pero en la civilización sumeria y la masa de sus documentos, actividad, comercio, leyes y figuras hay algo en lo que nos reconocemos, una pluralidad, energía, presencia de las gentes que, pese a la lejanía, establece lazos con el mundo que consideramos nuestro. El claro utilitarismo vital que la impregna no es óbice, sin embargo, para que aparezcan obras de arte, presididas por la expresión y la fuerza, por retratos, cultos y ritos: manos de orantes unidas en una postura frontal imposible, héroes desnudos que desjarretan un toro, cabezas tranquilas, pensativas, planos de una casa que podrían ser de hoy, clavos de propiedad y de fundación. Y la maravilla de la escritura y de las leyes que, en su apretado bosque de ángulos y líneas, cubre las tablillas de adobe.
En la utilización de esa materia abundante, aparentemente frágil, adaptable a los mil usos de lo profano, sagrado, cotidiano, está la clave de la supervivencia de las huellas de la civilización sumeria. Porque el barro, en un desierto cada vez más seco y más lejano del litoral, resiste al tiempo, la erosión, la disolución y los incendios. Los arqueólogos van desenterrado cantidades ingentes de tablillas, simple prólogo de libros aún no traducidos, catalogados, comentados. De ahí el hechizo pionero de la cultura de Súmer.
Ellos llamaban a su lengua eme git (lengua nativa). El sumerio arcaico se fecha c. 3200-2450 a. C. El antiguo c. 2450-2340 a. C. El sargónico c. 2340-2159 a. C.. el neosumerio c. 2159-2000 a. C. y el sumerio tardío c. 2000 a. C.– 75 d.C.
Los yacimientos de estas bibliotecas en capas subterráneas son inmensos. Hay textos de contabilidad, inventario, compraventa, pero también literarios. Los hay en la lengua vulgar y otros en eme-sal, la refinada. Existen notaciones musicales. Son en su mayoría de finalidad práctica. En cambio los acadios sí teorizan. El sumerio se conoce a través de enciclopedias y diccionarios hechos por acadios en la época en que la sumeria era ya una lengua muerta que reinaría sin embargo milenios como vehículo diplomático, lingua franca de prestigio entre culturas diversas.
El primer alfabeto en cuneiforme es el ugarítico. En sumerio eran silabarios, sin fonemas excepto en tres casos. Su estructura fue aglutinante, con verbo, siempre al final, transitivo e intransitivo. No diferenciaban los géneros excepto en el caso de que éstos tuvieran especial relevancia, como en rey, reina. Los seres se dividían en personales y no personales. Carecían de tiempos verbales y sólo marcaban el aspecto; la situación cronológica la indicaban partículas y complementos. Había numerosos dialectalismos, sobre todo por influencia acadia. Como reflejo del sumerio, los acadios, cuya lengua era semítica, ponen el verbo al final y no al comienzo como es habitual en este tronco lingüístico.
La lengua sumeria llegó desde tan lejos y hasta tan lejos que existen textos grecobabilónicos, acadios escritos con alfabeto griego. Con ningún idioma conocido parece estar relacionada en sus orígenes. Sus hablantes pudieron venir de la India o Arabia, o ser un simple conglomerado de tribus neoliticas atraídas por la fertilidad de la Tierra de los Dos Ríos, que probablemente no era el jardín del Edén pero sí mucho más acogedora que lo que hoy conocemos. Ur y su extenso reino desaparecieron hacia el 2900 a. C., tras haber ocupado una vasta área de vasallos y de colonias. Quinientos años más tarde las ciudades-estado situadas en el fértil delta y en las riberas del Tigris y el Eúfrates fueron unificadas en el imperio acadio, cuya capital, Akkad, es posible que se situara en la Bagdad actual, para ser reemplazada poco después por el segundo imperio de Ur III, que sólo duraría un siglo, en el que volvió a utilizarse como lengua de culto el sumerio y recobró prestigio la ciudad de Ur. El poder se desplazó hacia el norte desde el año 2000 a. C., a Babilonia en el 1800 a. C. y a las capitales asirias, al norte de Irak hacia el 1400 a. C. Las poblaciones sureñas perdieron importancia, aunque todavía existían como tales al llegar la invasión árabe, en el siglo VII d. C.
Lo que hoy es una llanura de lejano origen fluvial, cubierta desde hace miles de años por lodos y guerras, no ha sido excavada hasta hace poco más de cien años. Y ahora lo es en los intervalos que dejan el calor abrasador, la escasez de especialistas y de medios y los enfrentamientos entre y en Siria, Irak y Turquía. Pero Sumeria constituye, mientras no se demuestre lo contrario, lo más antiguo que existe como civilización, formada por gentes de origen y etnias inciertas, semitas y no semitas, arias y no arias, que fueron capaces de inventar la escritura más allá del ideograma y el trazo figurativo.
Y, con ella, de transmitir la angustia personal, existencial, ante la muerte, el rechazo del individuo a la Nada, el accidentado transcurso de su vida y sus pasiones narrado en el misterioso registro que logra crear belleza con palabras. Sintiéndolo por los fans del imperio del Nilo, fuerza es reconocer que, como auténtica literatura, vale más un puñado de versos del Poema de Gilgamesh que todo cuanto como tal se denomina literatura egipcia.
Quizás bajo la arena esperan a sus buscadores, investigadores y sabios otros mapas, códigos, poemas. Los esperan para ayudarnos a saber quiénes somos.
Enkidu abrió la boca
y dijo así a Gilgamesh:
-«La mujer que yo amaba, amigo mío,
ha echado sus brazos a mi cuello
y se ha despedido de mí.
Mis brazos cuelgan flojos,
y mi fuerza se ha trocado en debilidad.»
(Poema de Gilgamesh, texto babilónico, columna II)
Gilgamesh reina en Uruk hacia el 2.750 a. C.
Podría habernos pasado ayer.
Reflexión sobre algunas notas tomadas durante el seminario sobre la escritura cuneiforme y la lengua sumeria impartido por D. Marcos Such-Gutiérrez, profesor de la UAM-4 al 13 de junio de 2013. Del ciclo y exposición organizado por Caixa Fórum Antes del Diluvio: Mesopotamia 3500-2100 a. C.