La Enseñanza como botín
Pocos atracos pueden compararse a la apropiación, como botín, del entero sistema de Enseñanza. Merece el honor de clasificarse entre los robos más grandes jamás contados. Prueba de ello es la virulencia con la que se defiende, por sus ocupantes, el dominio del coto. Se trata, además, de un robo al que difumina la aparente inocuidad del sujeto. La Educación es un tópico al que siempre se rinde pleitesía verbal, pero que jamás se considera del rango de los temas que ocupan la portada de los periódicos. Y sin embargo no ha habido golpe de Estado tan determinante como el educativo. Imagínese lo que representa disponer a entera discreción de las seis o más horas del horario lectivo de todos los alumnos, del parvulario a una universidad cada día más infantilizada por el bajo nivel con el que a ella se accede, multiplíquense las jornadas en las aulas por los días del curso, por el número de individuos matriculados y por cada uno de los locales destinados a este fin y rellénense esas seis o más horas con el contenido que plazca impartido por quien convenga según afinidades, dependencias y fidelidades.
Cuando se dispone de tal botín utilizable a efectos que nada tienen que ver con la transmisión de conocimientos y el desarrollo de la inteligencia, con barra libre para minimizar lo que fueron propiamente asignaturas y sustituirlas por populismos, nacionalismos, victimismo y consignas, entonces se tiene un poder mucho mayor y durable que el del dinero. Se dispone, y se ha dispuesto, como es el caso español, de miles de sujetos absolutamente vulnerables en los que verter desde la temprana infancia la completa ignorancia histórica, a los que privar de su herencia cultural inserta durante milenios en el área de Europa y en el devenir secular de su antiguo país. Se les priva del capital personal, del viático irreemplazable que es lo almacenado en la memoria, el único del que nadie podría despojarles, muy distinto a la información puntual y dispersa que irán hallando según necesidades del momento. Es una tropa a la que, en vistas al futuro y al presente mismo (no en vano se pretende hacer del niño sujeto político), se ha ejercitado en el abandono de la causalidad y la cronología y en la sumisión a los canales de datos y sucesos de los que dependerá su existencia entera, de forma que ellos no serán nada si el canal, de por sí en continuo cambio, les falla. Imposible y vetado que comprendan la riqueza de unos clásicos expulsados del espacio lectivo, que aprecien la guía señera de obras y personas de las que, como de las estrellas lejanas, sigue llegando su luz.