El filtro inverso
La realidad es bastante menos romántica que sus versiones bipolares al estilo del cómic. Desde muy pronto la Transición, indefinida y abierta por sus propias definición y naturaleza, comenzó a generar cultivadores, defensores y gestores de lo más bajo en formas de ser y de actuar de individuos y de sociedad, en una imposición de la fealdad, la inanidad profesional y formativa y la banalidad, ignorancia y grosería como normas; una especie de clubes de orgullos agresivos, marginales y gratuitos que han impuesto la dictadura urbana y exigen de un Estado acobardado la coima y la inoperancia legal, con el enorme volumen de indefensión ciudadana que esto significa. Nada, en tal contexto, es más encomiable que el analfabetismo funcional, la abolición de las burguesas normas de ortografía y la obligatoriedad en las pantallas de todos los tamaños de esmaltar los diálogos con un taco cada diez segundos. La imposición del gregarismo y del grito, la micción en público y la apropiación de lo ajeno forman parte de la misma dinámica notablemente acelerada en 2015. Porque ese bloque de personas, devenidas masa y aglutinadas por la facilidad del rencor hacia cuanto posee valor y aspira a calidad y altura, es el escalón perfecto para que se lancen quienes aspiran a conseguir, amén de bienes de consumo y categoría social sin esfuerzo, jugosas porciones de poder político. Confían, y no sin razón aunque el reinado es fatalmente efímero, en que ese mínimo común denominador de la especie humana es lo bastante extenso y durable como para sustentarlos.
El punto al que se ha llegado en España, con marchamo oficial, en cuanto a imposición consciente de la dictadura de lo peor y los peores por el hecho de serlo carece de parangón civilizado. Sólo puede quizás explicarse por el largo chantaje dual previo, por la sacralización de lo mísero y negativo; una especie de cinco estrellas gastronómicas en la guía Michelín de la coprofagia. Difícilmente se comprendería si no el texto recitado en un acto oficial en Barcelona, promocionado y aplaudido por las autoridades. El vocabulario empleado en el supuesto poema “de género” era coño, vagina, útero e hijos de puta en una parodia del Padrenuestro que a nadie denigraba tanto como a las mujeres mismas. Esto a principios del año 2016 y patrocinado por el partido que en aquella ciudad rige los destinos municipales.
Las tropas de la actual caricatura de las revoluciones Francesa, la de Octubre y algunas más se distinguen por su afán de gratuidad e impunidad, su nula afición al riesgo y su oferta libérrima de paraísos todo a cien. Los líricos defensores de la vida en microcomunas selváticas se guardarían de ir, en vez de al dentista, al brujo local, no suelen enviar a sus hijas a educarse en países islámicos, no parecen haber considerado la posibilidad de renunciar a guardar sus ahorros en el banco y se guardan de repartir entre los sin techo los metros cuadrados de su vivienda.
Lo que todavía, por comodidad, falacia o inercia, gusta de definirse como sectores y medidas progresistas,representativas, democráticas frente al turbio enemigo poderoso heredado del pasado, así como sus supuestos adversarios, quienes, por otra parte, ponen todo su interés en contemporizar y conservar sus puestos, no pasa de ser actualmente una cuestión de ineficacia, torpeza y estulticia, sin necesidad de profundos análisis ideológicos. Se ha ido a menos y menos de una forma y manera espectaculares. La estadística sobre la formación, niveles y currículum de los personajes públicos y sus adláteres durante las últimas décadas revela, con la crudeza terca de los datos, un descenso paralelo a la promoción de los bloques parásitos, una pobreza intelectual que destiñe sobre los medios de comunicación y la supuesta cultura, y, por ende, sobre la población de cuyas necesidades y gustos pretenden ser espejo. Cuesta encontrar en la arena política (aunque haberlas haylas, y son objeto de feroces ataques) personas hermosas en su rebeldía que corren con los gastos y los riesgos de sus actos. El Parlamento emplea la mayor parte de su tiempo en puras cuestiones personales cuya posible faceta delictiva utilizable contra el adversario paladean unos y otros como una chocolatina. Los temas de envergadura, la situación mundial, las líneas maestras a seguir en problemas y en proyectos importantes, el horizonte económico global previsible, la gran, enorme indefensión ciudadana ocupan un espacio mínimo de minutos y de palabras. Y, de forma semejante, la proyección de la actualidad y lo que no lo es, que suele ser mucho más importante que lo meramente actual, es la de una dictadura de lo peor y los peores en el horizonte de un patio de vecinos. Se ha vuelto a unos niveles de provincianismo a los que sin duda no es ajeno el hervidero ratonil de los virreinatos autonómicos, pero desde luego ellos no son la única razón. La calidad del discurso es tal que a su lado los debates de la República del 31 parecen el Areópago de Atenas. Ocurre que la calidad simplemente humana ha descendido, se ha degradado de forma notable y que, a la inversa, los intereses creados han aumentado en pareja proporción. Todavía hoy el viejo manto de las falsas dualidades y la orfandad de referencias de los defensores de lo simplemente bueno, dotado de fundamento y de sentido común silencian el proceso y mantiene una sutilísima mordaza y un muy justificado temor ante la violencia y el poder fáctico, oficioso –y ahora oficial- de los conglomerados parásitos. Los mismos que vetan el acceso a presupuesto, bienes y servicios a aquéllos que intentan honradamente salir adelante y los necesitan.
No hay, como gustarían de creer los postrománticos nacionales y extranjeros, una réplica española del cuadro de Delacroix “La Libertad guiando al pueblo”, ni existen esas masas de oprimidos, víctimas, hambrientos y pobres de solemnidad a los que la élite de malvados explotadores pretende apagar la luz de la antorcha. Hay un largo mural de brochazos sucesivos que empezó con aportaciones múltiples de pintura y con buenos deseos y que se ha ido degradando según cada cual tiraba del lienzo para aprovechar sus fragmentos. La pericia de los pintores deja actualmente que desear, son equipos contratados a empresas externas según subasta a la oferta más barata. Los marcos se reutilizan o almacenan según el comité de limpieza ideológica, generosamente retribuido, ordena que se retiren personajes, temas y épocas. Y no falta quien proponga, en adecuación a los nuevos tiempos, a propuesta de los sindicatos y en alabanza de las masas, una sucesión de fotocopias-reproducción de los equipos de la limpieza. Porque en este caso la muchacha de la antorcha guía al pueblo hacia abajo.