TIEMPOS TELEMÁTICOS
Tiempos Telemáticos
El timo más grande jamás contado
Madrid, septiembre de 2021.
En 2021 se extendió, expandió y ocupó todos los espacios sociales absorbiendo hasta los últimos resquicios de la autonomía individual un curioso fenómeno que, en brevísimo espacio de tiempo y sin consulta ni recurso de apelación posibles, impuso a millones de personas un cambio radical en sus vidas, ubicuo, repentino, perdurable y que los situaba en un estado de indefensión como la humanidad no había conocido jamás. Al tiempo ofrecía la omnipotencia del conocimiento universal instantáneo y la comunicación ilimitada. Cualquier tipo, no ya de resistencia, sino de objeción por tímida que fuese a la forma de implantar el sistema, cualquier duda sobre el grado de calidad vital que pudiere proporcionar, cualquier análisis de sus daños colaterales estaba descartado, relegado al desván de las herejías, eliminado de la forma más eficaz: Por autocensura de sujetos conscientes de su irreversible clasificación como generación incapaz de adaptarse al progreso.
Llegó así el advenimiento de “Tiempos Telemáticos”, en los que la rueda de Chaplin ha sido sustituida por una tuerca azul giratoria y un “Sin respuesta” y el capataz digital es inalcanzable, inapelable y anónimo, recostado, quizás, en alguna nube astral de logaritmos ajena a las personas y sus breves raciones temporales de bienestar. Evidentemente desde las cavernas hasta la fecha se han conocido épocas infinitamente más peligrosas que la actual, trabajosas, arriesgadas, de corta esperanza de vida y continúo acecho de enfermedades, depredadores y Naturaleza, pero en todas ellas cupo al individuo enfrentarse, por mínimas que fueran sus posibilidades, a la dificultad, el problema, la incógnita o el peligro. Los dioses y elementos mágicos se situaban claramente más allá del ámbito terrestre, en una esfera ajena y arbitraria a la que se recurría según circunstancias, usos y creencias de cada cual. Los objetos, una vez obtenidos, eran fieles, se disponía de ellos, tenían la consistencia de cuanto se había hecho para lograrlos, de forma similar a las personas y el entorno. La mente, la técnica y la ciencia cambiaron, mejorándolas, las existencias y su marco físico, de forma, se creyó, paralela al disfrute del desarrollo individual de cuanto distingue a la especie por las particularidades irrepetibles de cada uno de sus miembros. Hasta que vino, súbita y más inapelable que las decisiones de los antiguos dioses, la marea del gran timo, en la que la ciencia y el progreso fueron utilizadas como señuelos por una red de tahúres seguros de su inviolabilidad.
Gozaron de un auxiliar inesperado: El miedo, físico, generalizado, alojado desde el principio de los tiempos en la zona más primitiva del resto de cerebro reptiliano, el miedo y la disponibilidad al sometimiento a cuanto pudiera garantizar la supervivencia. El virus de 2020, la pandemia, natural o artificial, combatida con diversa eficacia y utilizada políticamente por la oportunidad de perdurable control social y laboral que ofrece, resultó una ayuda inestimable para una maniobra de inmensas dimensiones: el retorcimiento de un logro en principio excelente de la ciencia que garantiza la comunicación e información instantáneas distribuidas por acumuladores que, como estrellas artificiales, giran en el espacio y envían datos para su dosificación y comercialización. Hubiera podido ser indiscutible beneficio de no haberse aprovechado para imponer, en todos los campos y circunstancias la obligación online, de una manera que, paralela e irremediablemente, criba, culpabiliza y elimina cualquier asomo de coexistencia con el contacto directo, el mundo real, la relación física y que, con ello, establece una vasta, inédita, inatacable dictadura que no precisa de coacción alguna puesto que los sujetos excluidos, avergonzados de sí mismos, de su supuesta incapacidad de adaptación y del rechazo social, callarán y se esforzarán por aparentar entusiasta adhesión.
El carro del dios Futuro Online, tiene campo libre, como el del dios hindú que va aplastando a sus fieles, en un panorama de vía única en el que cualquier disidente sin más bagaje que su propia y limitada vida actual, sus preferencias, necesidades y deseos sobra. Bruscamente, en el más puro estilo totalitario, se le priva de relación directa con personas concretas, de intercambio necesario, de calor humano, de la conciencia misma de la realidad, reducido a un mundo en el que se desdibujan los límites entre la auténtica vivencia y la ficción. Ya no existen responsabilidades con nombres y apellidos, aquí y ahora, la blanda sustancia de la Historia se disuelve, carece de sentido, la masacre del 11 de Septiembre de 2001 aflora a la conciencia los segundos que se tarda en pulsar un botón. El reverso de que se sabe todo es que nada se sabe; y muy poco procura felicidad.
Ocurre que las personas, al contrario que el Dios Futuro, sí son reales y los actos producen efectos en la existencia de los vivos del presente. En la implantación absoluta del Tiempo Telemático debe haber sólo la ideal profilaxis de las pantallas, indistinguibles de los supuestos emisores, vehículos de mensajes enviados desde un espacio desconocido que lanza ante cualquier pretensión de pregunta y contacto del receptor un “No replay”. Nadie de la ciudadanía del común prefiere hablar con un robot, tras larga espera y música telefónica, mejor que con una persona física, ni optaría por atención mecánica de corta y pega en vez de por alguien real que le responda y escuche. Nadie ha escogido la completa indefensión de la sumisión a los fallos y limitaciones de un programa, ni, por ejemplo, la transformación de la antes eficaz atención en citas a meses vista. La pena de ostracismo y desprecio gravita sobre quienes se atrevieren a blasfemar de los nuevos dioses y de sus preceptos en pro de la Parusía Verde y Planetaria. El inmenso y costoso timo online se ha impuesto, en todos los minutos de la vidas de todos, sin espacios de coexistencia con otros posibles, básicos y valiosos medios, maneras y recursos que, lejos de ser incompatibles con la revolución telemática, siguen teniendo un papel esencial y forman parte del núcleo de algo tan frágil y tan necesario como la felicidad cotidiana.
El timo ha permitido, en pro de la buena causa futurible, técnica y aséptica, que haya desaparecido la atención presencial de entidades con empleados de sueldo fijo garantizado y que éstos reduzcan a la enésima parte su rendimiento laboral. Lo que funcionaba correctamente pasa a someter al desdichado usuario a largas y deprimentes colas de espera y a atención escasa, despectiva y visiblemente molesta por la incómoda existencia de personas que intentan obtener un documento o información. La jaculatoria de la petición de cita online es precepto de exhibición permanente y providencial para los vastísimos servicios minimizados y que hacen, además, lo imposible para que los que logran acceder a ellos se sientan un desecho de tienta de la Historia, restos en liquidación de una especie pretécnica que escupen de sus bocas el planeta verde y el Dios Futuro.
Con la inestimable y providencial ayuda de la pandemia, se amputa a la amedrentada y temerosa ciudadanía de la atención que realmente necesitaba y que nunca se atreverá reclamar porque vive bajo el falso chantaje mediático de que el avance científico tiene indudablemente ese precio, en lote, y que el rechazo del abuso de la extensión totalitaria del fenómeno significa una reaccionaria, ludita y senil oposición al progreso, a hablar por el móvil, a los avances médicos y a utilizar una ordenador. Debe asentir al obvio deterioro, brutal y absurdo, de la calidad de vida cotidiana. Al timo se acogen los bancos, ansiosos de justificar la desaparición de oficinas y personal, las mutualidades y cuadros médicos que antes atendían de forma correcta al usuario y ahora huyen ante el que miran como enemigo, la masa de antes servidores públicos, los grandes almacenes que se apresuran a hacer planear sobre sus empleados el fantasma de su obsolescencia programada y en los que ya nadie atiende, los dirigentes parásitos, que en España son legión, y privan a jóvenes y escolares de sabiduría, referencias, conocimientos y memoria de forma que no exista frontera entre donde empieza la pantalla de la respuesta instantánea y donde se halla el indefenso y desprovisto cerebro del usuario.
Bajo la gran timo telemático se encuentran millones de personas, tres y medio españoles más los emigrantes que vayan llegando, que buscan empleo, con cuya atención personal ningún robot sería comparable y que corresponden a lo que desean y necesitan los ciudadanos, aquello por lo que sin la menor duda éstos optarían si se les ofreciera la menor oportunidad. De que no la tengan y ni siquiera la imaginen se guardarán mucho cuantos, acunados por el espejismo del maná tecnológico y monetario prometido por la bien pagada burocracia de la Unión Europea y los gurús de Davos, viven confortablemente instalados en el gran timo y el endeudamiento sin fronteras. Disponen de una ciencia pervertida como marchamo de sumisión y dependencia, invisible tatuaje de números invisibles en cada piel, excepto en la de los capos, rabadanes de un rebaño aterrorizado ante la simple idea de que les priven de su juguete. El Edén en el que se ven instalados es demasiado prometedor de eternidad y distancia sideral de la plebe como para renunciar a él: Nada menos que gozar del mundo auténtico, de comer alimentos no sintéticos, charlar y beber con colegas, pasear por paisajes no virtuales y, sobre todo, disfrutar de lo que otros ni tienen ni pueden rozar Se ha construido, en horas veinticuatro, una élite inalcanzable, tan incognoscible como los antiguos misterios de Dios, ante la que sólo cabe el agradecido aprovechamiento de simulacros y la obediencia.
Si la mayoría de la población quiere vivir estabulada, con piensos prefabricados regulares, un nivel intelectual mínimo y paso diario por el canal de lavado de consignas de cómo ser bueno es su problema. A fin de cuentas la regresión existe, está abierto el paraíso asnal de Pinocho y cada aldea tiene su Davos listo para repartirse las meriendas, comer, pensar, comunicarse y vivir la buena vida autentica siempre que sea a costa de otros. Es el envés más oscuro y real de la democracia, su simulacro ya previsto hace casi dos siglos(Tocqueville dixit). Pero esa mayoría de “Tiempos Telemáticos” no vivirá felizmente. Lo harán los que la ordeñen a diario. Porque el futuro es el dios más cómodo que existe, al que no hay que rendir cuentas y que permite repartirse el pastel del presente.
Rosúa