La marmota de 2018:
El gran negocio dual.
Déjà vu. Vista ya la marmota primaveral, con variantes diversas pero siempre fieles a un esquema en el que la evidencia, precisamente por serlo, es de imposible denuncia y está blindada por una programación previa, diseñada para culpabilizar y ridiculizar al denunciante y por la aparente sorpresa ante la cadena de cambios y sucesos difundida por los medios de comunicación.
Ocurrió ya, en la semana del 11 de marzo de 2004: El sabor de preparación ambiental, el clímax sabiamente aprovechado, el resultado similar, rápido. Se repite -años después, sin aquel preludio sangriento pero sostenida por una vasta y equivalente red de intereses. Es un negocio rentable, con un reparto de puestos, dinero y fondos públicos de lo más prometedor. Al fin y al cabo es una fórmula carente del menor escrúpulo pero de éxito. Pasó, con marmotas de menor tamaño, desdentadas, en ocasiones alejadas de los focos. Ha vuelto a suceder, apretado en una semana como otrora, entre finales de mayo y comienzos de junio de 2018. Y tiene siempre el mismo común denominador: Separar sucesos concretos, hechos, riesgos asumidos, individuos, de la responsabilidad y personal valía o ignominia de sus actos. No habrá leyes comunes, la Constitución molesta. Los ciudadanos existirán en función de quiméricos colectivos creados al efecto y que funcionan como tópicos magnificados por la insistencia de los medios y sirven como chantaje ideológico de obligado asentimiento y, muy especialmente, como centros de reparto de bienes. No hay personas ni acciones, ni mérito, ni razonamiento alguno. Hay progresistas, mujeres, homosexuales, ecologistas, aborígenes, tribu antifranquista virtual extraordinariamente bien remunerada, coros de la -a y la -o, víctimas de la opresión milenaria, de dictadores exhumados y de la Historia. Hay en fin todos cuantos pretenden obtener gratis total el puesto, dinero y prestigio que nada tienen que ver con su valía, esfuerzo, titulaciones y trabajo. Blindados éstos por las propias dimensiones de la estupidez de las consignas que los protegen, entre las que brilla señera la utilización del mantra Género, como si los órganos genitales que se poseen y su uso determinaran por ley la capacidad, y por ende los privilegios, de cada persona. Se trata simplemente, una vez más, de imponer el dos y dos son cinco orwelliano, de separar la causa y el efecto, hurtando realidad, actos y costes a la percepción general, con la impunidad paralela y el enriquecimiento seguro que esto supone. Es la maquinaria del filtro a contrario, que promociona lo peor y los peores a base de imposiciones gregarias, que, de paso, diluyen y anulan la responsabilidad individual de quien tome conciencia y rehúse formar parte del clientelismo y la vileza. El que disienta será la risible excepción que confirma la regla y desaparecerá en un mar de censura y silencio. Déjà vu.
Colócanos a todos-Acampada en Madrid, 2011.
El Bloque Parásito no corresponde a partidos ni siglas, aunque encuentra su nicho ecológico con mayor comodidad y fortuna en algunos de ellos. No es homogéneo sino cárcel con posibilidades de huida porque ahí la lima en el pan es la fibra moral, la lucidez y la valentía de cada cual. Poco importan los avatares que el actual clan ganador pueda presentar a la opinión y hacer llover desde los medios. Lo hará sea con populismo puro y duro, sea con miedo a inseguridad y atentados, sea con primeras filas de cargos ocasionales sin mayor finalidad que la pose cinematográfica. Lo que definirá realmente su avidez son núcleos muy comprobables y precisos que se continuarán apoyando y nutriendo con los fondos y medios que a lo necesario y justo se niega. Prolongará, y aumentará probablemente, la impunidad en la prohibición del empleo de la lengua española en gran parte del país, la manipulación educativa, el oneroso mantenimiento de los principados nacionalistas, la invención partidista de la Historia y su utilización como fuente de promociones sociales y de espacio televisivo, la exculpación terrorista, el trato aterciopelado a delincuentes y asesinos y la fragmentación y relativización constitucional y legal según los grupos a los que convenga halagar en el momento.
Incide también en el proceso parasitario un conocido factor cíclico tan previsible como el fenómeno de El Niño o el paso de un cometa: El país se recupera económicamente tras la ruina causada por un gobierno de infausta memoria, depredador y sustentado por clientelas improductivas y, cuando mejor gestión, mayor eficacia y menor latrocinio oficializado logran un nivel apreciable en los cofres de erario público, cae sobre ellos de nuevo, con la regularidad del día 29 de los bisiestos, la ola de totalitarismo light en nombre del bien social y del reparto de lo ajeno a sí mismos y a sus clanes, siempre protegidos por el chantaje de tratar de fascistas, reaccionarios y franquistas irredentos a los acobardados disidentes.
Los grandes, y menos grandes, rumiantes presupuestarios se han asegurado de nuevo el sustento, que distribuyen sus ubres y procede del país de nombre vergonzante, España, de gentes del común que producen bienes y servicios y valen por sus propios méritos, personas y no tribus a las que una vez más se niega el país libre de ciudadanos iguales en obligaciones y derechos y a las que pretende confinar a toda costa en la falsedad dual izquierdas/derechas, trabajadores/burgueses, progresistas/reaccionarios, autonomistas/fascistas sólo válida para análisis históricos y temporales muy concretos. Es preciso, para que los beneficiarios del chantaje se mantengan, mantener esta cárcel y blindarla contra toda crítica. El bipartidismo en España, pasada la juventud de aquella Transición y Constitución henchidas de buena voluntad y altura de miras, ha venido siendo el de quienes amenazan a los demás con tratarlos de derechistas abominables y el de los que siempre han preferido someterse al chantaje, bienvivir, callar y traicionar a sus supuestos representados. La explotación del franquismo post mortem y la barricada con dinero público han constituido uno de los negocios más prósperos. Lo siguen siendo, y sólo una masa crítica de cobardía e intereses puede explicar el hecho insólito de un país en el que se prohíbe en amplias extensiones el uso de la lengua nacional, el español, en el que toda muestra de desprecio hacia historia, símbolos e instituciones comunes es financiada y aplaudida y en el que se ha impuesto un filtro a contrario de la calidad en todos los sentidos del término.
Entre rejas
El polo positivo es el de quienes defienden la libertad e igualdad de los ciudadanos, la enseñanza y uso del español y el reparto equitativo de los presupuestos. No hay más dualidad que, por una parte, el magma de las clientelas y, por otra, los individuos dotados de lucidez y de honradez que probablemente votarían al único partido político que hoy por hoy defiende esto. Quién es el enemigo a abatir ha quedado meridianamente claro en las revueltas parlamentarias de finales del mayo-principios de junio de 2018, porque hasta lo que parecía más impredecible, mudable y confuso tenía una finalidad: Hacer imposible que en unas elecciones próximas y generales pudiese llegar al poder el partido que defendía premisas incompatibles y antitéticas del bloque parásito. Aquí sí que ha habido un manejo magistral de los tiempos, postergando la renuncia a la Presidencia del Gobierno para el momento en el que ya ésta no podía implicar oportunidad política alguna para el adversario real, al que los votantes hubieran apoyado.
Era, y es, indispensable para las tribus (de terruño, de género, de subvención, de pensión vitalicia si son reinas por un día, de puesto y sueldo permanentes tanto si están en la primera fila como en la segunda, sea cual fuere el tamaño del clan) mantener la cárcel dual y el anatema. Ocurre que les ha surgido un enemigo auténtico, dotado de un discurso y de una trayectoria joven y fresca, que defiende exactamente lo que a los dos grandes clanes tradicionales, que actúan como plataformas de distribución entre sus respectivas clientelas y las tribus más pequeñas, les resulta insufrible: La España de ciudadanos libres e iguales. Simplemente, con una claridad, precisión y racionalidad tanto más peligrosas, en su obviedad, precisamente por ser obvias. Había que unirse, todos, contra la desacostumbrada amenaza, cuyos adeptos se extendían peligrosamente entre la población.
Para ello se llevó a cabo una operación bien trazada y escalonada, de incompatibilidades aparentes, de luchas e improperios llamativos, de súbito redescubrimiento de corrupciones añejas, de escándalos calculados y sorpresas de último minuto. Urgía evitar en el país elecciones generales y garantizar, con intercambio de cromos, la estabilidad y continuación de los clanes. Nadie, de no haber existido la ficticia y mediática cárcel dual y el intensivo calentamiento previo, hubiese creído que sólo por simple azar se había fijado el foco, muy poco antes de la maniobra final, con categoría de grandes noticias en hechos acaecidos hacía lustros. Era igualmente imposible creer en la pura coincidencia de que a las tribus nacionalistas más jugosamente engordadas y vistosamente insumisas se les garantizara y blindara de manera legal nuevas prebendas, parias e impunidades justo en vísperas de que un tribunal, también casualmente, denunciara al firmante de los ya irreversibles acuerdos y millonarias donaciones. Atados y bien atados los respectivos intereses, brota de forma inesperada una moción de censura a causa de la igualmente oportuna sentencia legal sobre corrupción del partido hasta entonces en el poder. Con rapidez vertiginosa, cambia el Gobierno, se asegura con el nuevo, y con su aparente alternativa opositora, la continuidad nutricia del racimo de parásitos de diversa categoría, y se afianza, en horas veinticuatro, el blindaje y ataque contra el partido foramontano que defiende la igualdad y libertad reales, se distrae la atención con la dimisión -ya inútil respecto a un cambio real- del anterior Presidente y se posponen sine díe las elecciones generales.
Naturalmente, amén de la burda cadena de aparentes casualidades, convendrá a la estrategia el mantenimiento y exhibición ocasional de al menos dos Tarascas espantables destinadas a erosionar y captar sectores que podrían apoyar al único enemigo real del bloque parásito, el partido al que sí favorecería, al aire libre de las urnas, gran número de ciudadanos. Es imprescindible, en este sentido, rellenar con temor, rencor y victimismo el todavía útil icono Izquierda y procurar que, como en los títeres, infunda miedo, asalte las calles y mordisquee de cuando en cuando la mano oficial que lo nutre. Nada mejor para ello que, mientras cara al exterior se tranquiliza a la economía internacional, en el interior se potencien la indefensión y el atraco legal del desdichado ciudadano atrapado por el fisco, por el delincuente que reincide hasta el infinito sin mayores consecuencias, por el okupa ante el que nadie ampara al agredido, por la enseñanza mísera henchida de consignas en todos los dialectos, por una justicia inútil en la práctica para quien carece de respaldo y no puede permitirse pagar abogados por los virreyes de las diferencias, las independencias y los fueros y por los pretorianos ( y pretorianas) del orgullo de género.
En el otro extremo del espectro, es bueno para el bloque parásito una presencia política de lo que se venderá como extrema derecha, tomando como materia prima la amalgama de gente honesta que defiende causas tan nobles como la de las víctimas del terrorismo, la denuncia de estafas y cohechos y la unidad nacional, pero que puede acompañarse de brotes irracionales, de fundamentalismo clerical en el peor sentido de la palabra, de sectores que tienen una alergia irreprimible -sazonada a veces, de manera nada sorprendente, de filoislamismo- a la libertad sexual, de gentes de peligrosa incapacidad para el análisis concreto de la compleja sociedad de individuos libres cuyos intereses son incompatibles con la sumisión animal a la naturaleza. Es el caso de las banderías antiaborto, sacadas sin venir a cuento, como si de defender el aborto forzoso se tratara, de un simplismo burdo que parece temer al mundo en el que vive y se complace en despreciar lo que ignora. Los movimientos Pro Vida no se han ocupado jamás de las vidas de las mujeres sometidas a una servidumbre puramente biológica y liberadas tan sólo, no por la lírica ni la metafísica, sino por los anticonceptivos, y a las que, por lo visto, habría que obligar por fuerza, como en toda dictadura que se precie, desde el minuto cero del embarazo, a llevar a término la gestación. Para el Bloque Parásito es una bendición la Tarasca del conservadurismo a ultranza. La Clientela con pretensiones de indefinida permanencia, que es y ha sido la única realidad política vestida del chantaje Izquierda/Derecha, precisa del fanatismo integrista, de la intransigencia preconciliar que espante e inspire repulsión a cualquier liberal, laico y agnóstico. Son el Doctor Jekyll extremaderecha del Hyde extremaizquierda destructor antisistema, mafias de todo género incluidas, que amenaza, si no se le nutre con propiedad privada y puestos estatales, con devorar derechos, libertades, bienes, sociedad civil y clase media.
Pese a lo que pudieren proclamar en declaraciones tranquilizadoras, el clan del chantaje y el de los cómodamente chantajeados, asistidos de sus coros y danzas de las taifas nacionalistas, van a prolongar y manipular el espacio que media entre junio de 2018 y las elecciones generales. Cuidarán como oro en paño y nutrirán gozosos a cuantos movimientos accesorios les permitan robar fluido de voto al único partido que es su oponente y pondría en peligro el maná, que siempre paga alguien y del que gratuitamente ellos se alimentan. Cierre de filas contra el adversario, ordeñe hasta la sequía de la ubre estatal y sonrisa de modernidad fiable hacia el exterior. Hay ya ciertamente una búsqueda y/o fabricación febril de supuestos escándalos, contradicciones, corrupciones y quién sabe si montajes de mayor calado que eliminen al líder del solo partido real de la oposición, el que defiende la sociedad y el país que desea una mayoría de ciudadanos privada de voto, de palabra e incluso de salida de una cárcel dual de cuya llave tienen copias todos los parásitos: nacionalistas, nanonacionalistas, aforados medievales, antisistemas de nómina, nóminas vitalicias del sistema, tribus de género, clientelas sociales creadas al efecto y víctimas profesionales. Y esta prisión sí ha sido diseñada por sus beneficiarios como perpetua y no revisable.
Pero es una cárcel frágil. Sin el silencio respecto a los puntos esenciales que encubren progresismo, modernidad, diversidad y diálogo los barrotes se disolverían porque, como en los interrogantes sobre el 11 M y la incalificable vileza del aprovechamiento de la matanza y la manipulación electoral, basta con que un hilo moral se desprenda de la trama. El silencio, ahora como antaño, es tanto más ruidoso cuanto que se impone por presión social, política y mediática a la mayor parte de la población. La consigna es que no hay que comentar, ni mostrar extrañeza, por el extraño giro que provoca, catorce años después, en tres días el cambio de Gobierno. Apenas nadie hace el menor hincapié sobre los prolegómenos y la obvia preparación de la maniobra, la magnificación y difusión de delitos o simples faltas que datan de lustros, mientras que se omiten, siempre, los grandes, probados y continuados desfalcos y se amenaza con vídeos de ridícula envergadura como en la Edad Media con dagas.
La menor reflexión, el hilo más insignificante que salte de la trama, pueden inclinar la balanza en sentido contrario a los resultados electorales planeados según los cuales seguirían incólumes y seguras de la pitanza ambas clientelas, las mafias sociales intocables de género y número, los nacionalistas, norte y este, de las nueces y las mariscadas con sabor a bala y a muerto y los promotores de la estulticia educativa y lingüística. Si ese hilo salta -y finalmente saltará-, el único partido que defiende la igualdad y libertad de los españoles tendrá más votos que nunca.
Mercedes Rosúa
[1]Junio de 2018
[1] A fecha de junio del 2018, este escrito se refiere al partido de Ciudadanos. Lo que sea en el futuro se verá por el único baremo fiable: Sus actos y los métodos a los que recurra.