02/24/21

EL OTRO CEMENTERIO

EL OTRO CEMENTERIO

Madrid, 20 de febrero de 2021

Algo ha ocurrido. Y que ocurra algo, que haya cambios generales, espectaculares, insólitos en un lugar tan estático como un cementerio es llamativo, extraño. El bien conocido cementerio sur, acceso por la carretera de Toledo viniendo desde Madrid, al que R. acude con regularidad, tres o cuatro veces al año, a visitar la tumba de su abuela y sus padres ofrece ese sábado de finales de febrero una imagen desconocida. No son fechas señaladas de Difuntos, días de la madre, o del padre, ni de melancólico recuerdo navideño. Es una fecha cualquiera de dos años por las cuatro esquinas tristes, de rendición física y social, de un guiso revenido de cobardía cotidiana, de retroceso, de mercenarios y cacique.

2021 Memorial Víctimas del Covid. Madrid. Cibeles

Nada de esto debería advertirse en el cementerio, el lugar que planea sobre las agitaciones de las marejadas externas, que se sitúa en el vasto territorio de la nada y la indiferencia, donde los recuerdos son, como las flores, presencias pasajeras rápidamente disueltas por las horas, los días, los años, el viento, la lluvia.

Y sin embargo ha ocurrido. Todo alrededor, en suelo, nichos, lápidas. El cementerio se ha llenado, fuera de época y en muy mayor medida que lo que nunca ha visto la visitante, de pruebas abrumadoras de un súbito aumento de población y de apresuradas ofrendas, tanto que multitud de ramos, papel para envolverlos, coronas, guirnaldas, hierbas, tallos, flores naturales y de plástico, ramas marchitas, ruedan por el suelo, yacen donde los dejaron con apresuramiento y quizás desconcierto de la notificación inesperada. El lugar es un complejo hotelero en pleno overbooking, desbordado por la ola imprevista de nuevos visitantes para larga estancia y por otros que, sin esperarlo, se han visto obligados a recorrerlo, a dejar ese ramo que lleva el viento de esquina en esquina, a buscar inútilmente agua, servicios limpios, escaleras movibles que les permita alcanzar nichos en lo alto. Fuentes y grifos están secos, las escasísimas escaleras de ruedas son viejos y pesados artilugios cuya escasez habla de la mísera consideración que hacia ésos que no votan tiene el erario público. Cubre el suelo la ola de papel, plástico y planta marchita, y nichos y lápidas ofrecen una inesperada, espectacular y decorativa floración de pétalos un tanto polvorientos, aún respetados por los vendavales, todavía no reducidos a sarmiento y pavesas.

El silencio del cementerio sur habla a grandes voces. Bajo él y hacia arriba se filtra hasta la superficie el cementerio amordazado, encarcelado, escondido bajo la máscara de cemento, no de hierro, en la celda oficial donde se espera que nadie nunca lo encuentre, que solamente se hable, ocasionalmente, de cifras, fortalezas, votos y victorias. El otro cementerio sabe de verdugos con corbata roja, de sicarios que nunca dejaron sobre sus lápidas una flor, de una masa que coreaba “el miedo es libre” y ha pulido, de nuevo, la superficie de las tumbas con su temor, su sumisión y su silencio. El otro cementerio está en pendiente. Por ella ruedan, atropellados, los marcados por la estrella amarilla de la nueva peste que, más letal que en sí la pandemia, figura en las fechas de su carnet de identidad y establece que su estancia en el mundo de los vivos ya no es rentable y dejarlos morir es lo más sabio.

El cementerio sur ya no es un lugar apacible. Es pobre, abandonado y, al tiempo, visitado en exceso, en estancias cortas de personas aún sorprendidas por una definitiva e inesperada ausencia. Repentinamente habitado por inquilinos inmóviles e indefensos que estarán diez, cien o quizás más años. Nunca, nunca, citado por los que tocaron poder y dinero empinándose sobre el borde de sus lápidas, por los que impusieron a los vivos la especial servidumbre de la certeza de su impotencia

El otro cementerio aflora, bajo el peso de los recién llegados y de la historia de oscuridad, de ocultación y criminal engaño que cada uno arrastra. Uno tras otro hablan de abandono, en cada nicho hay alguien que escupe una corbata roja. Y ya no hay el silencio, o es muy otro.

NOTA BENE:

[1] Durante la pandemia de 2020, en España, el Presidente del Gobierno, que había llegado a él por una moción de censura y no por elecciones generales e instauró un Estado de Alarma que desmovilizaba a la población, lució un día tras  otro, mientras la gente moría, corbata roja con el fin de que no se asociara su imagen a los millares de fallecidos ni a signo triste alguno. Ni él ni su Vicepresidente, el cual estaba nominalmente a cargo de asuntos sociales, visitaron las residencias de mayores, donde hubo mortandad masiva, ni los hospitales ni los cementerios. El esfuerzo oficial se centró en la propaganda mediática y en mantener, de forma indefinida, acobardados, empobrecidos y dependientes a los ciudadanos. El clan así instalado en el poder se afianzaba en él, copando todos organismos del Estado mediante apresuradas leyes de excepción y lluvia de nombramientos de clientelas, y quemaba etapas hacia un populismo totalitario presidencialista,

Rosúa

04/19/20

CARTA ABIERTA A (CASI) TODOS LOS GOBIERNOS DEL MUNDO

https://www.elrincondecasandra.es/carta-abierta-a-casi-todos-los-gobiernos-del-mundo/Desde Madrid, pero urbi et orbi y sine die

Carta abierta a (casi) todos los Gobiernos del mundo

 

Esto es una petición de auxilio y de acogida. El lugar que muchos de ustedes conocen por sus vacaciones ha demostrado, definitivamente, que es invivible y, gracias a la prueba del algodón de la pandemia, ha alcanzado y puede alcanzar, con activa cooperación o pasividad sumisa, las mayores cotas de peligrosidad y estupidez.

Aquí no hay ciudadanos, ni individuos que pretendan serlo. Hay una mayoría ovejuna con probable carga genética de los perros de Pávlov que tan sólo sabe reaccionar a la contraseña condicionada y a que le arrojen el hueso de subvención o de cuota, mientras se van hundiendo ellos y la perrera. Los actos de generosidad, la espontánea bravura que ustedes, desde el exterior, románticamente exaltaron en el pueblo español era simplemente puntual, obra de impulsos en ocasiones concretas, sin conciencia ni compromiso ciudadanos, ruidosos enfados a los que sigue siempre la obediencia y temor al cacique. La palabra democracia es un simple traje de los domingos que le presta una promoción inmerecida. A la hora del filtro de elecciones y defensa conjunta de lo que debería ser su país, leyes y derechos no hay sino la vieja tribu y el acostumbrado amo que paga la borrachera de rencor y envidia y reparte raciones de emergencia.

Inglaterra, si me acogieras. Tú valiente, convencida de esos valores que hay que defender, Inglaterra, país de ciudadanos, no de vasallos, no de resignados al “Es lo que hay”. “Hay lo que nos echen”. Inglaterra, país de libertades y de respeto por los individuos, por su vida privada y por la ciencia, la cultura real y la grandeza. Nunca debí dejarte, y aun antes de dejarte te añoraba, presintiendo tristezas de tu ausencia. Siento que te detuvieras en Gibraltar, que no subieras mucho más hacia el norte. Habría dignidad, no rendiciones. Nunca supe de libertad tan honda, del respeto en la vida cotidiana como en ti los sentí. Por ello estás en la primera de las muchas puertas a las que llamo, mientras atrás dejo la vergüenza de mi propio país de nacimiento que se complace en ser por siempre víctima, mendiga de limosnas y amargada por la valía y bienestar ajenos. Si me abrieses tus puertas, si lo hicieras…Todavía, quizás, de cuanto tengo algo hay que yo pudiera darte y compensar lo mucho que me diste y que hasta hoy en día me alimenta.

Quizás ni lo conciben ni lo advierten, países de esa puerta a la que llamo. En mi triste nación, hoy el líder mundial de fallecidos por millón de habitantes y en cabeza de enfermos, sanitarios infectados, no ha habido protección, ni mascarillas ni pruebas sobre el virus. Aquí se muere solo, hay un triaje según la edad para obtener o no respiradores, está prohibido el negro como el luto, como la libertad, no queda espacio sino para la loa y propaganda. De todos en Europa, este pobre país está en cabeza del más largo y total confinamiento, camino llano hacia la dictadura, para el control sin límites ni leyes En el triste país que ha sido el mío nada extraño tendría que el Gobierno, ese amasijo de maldad y torpeza, esté ya fabricando, a manera de estrellas amarillas, marcas según la edad, largos listados de población caduca, prescindible, ajena a su interés y sus votantes, títulos de apestados. No bajarán de trenes, no saldrán ni a la puerta de la calle. Les darán el color que corresponde, con amables sonrisas protectoras, indicando el camino del encierro de su lento exterminio.

Nueva Zelanda, tu lejana puerta podría ser mi hogar. Conozco tu pureza y tu belleza, te he visitado en varias ocasiones. A ti quería volver cuando estalló la peste. Y ahora, un simple refugiado, si hay seguridad de mi limpieza, de que nada hay en mí que contamine tu especial hermosura, tu cristalino espacio, entonces considera permitirme el acceso y comparte la paz y limpidez que a ti te sobra. Algo te podré dar. Hasta el alma los virus no han llegado. Tal vez la blanca y verde altura, tus montañas, el mar lleno de vida, los helechos gigantes y las flores violeta, los volcanes, los raros animales refugiados en ti, a mí semejantes, vuestro respeto por cada individuo, tendrán poder para curar recuerdos del mísero temor, de las mentiras, de vileza esparcida y aceptada en mi anterior país.

Lo que era mundo, horizontes infinitos, se ha vuelto fortaleza, vallas, muros, sin aeropuertos, trenes ni aviones. Pero sabed que os llamo y os preciso, y que vosotros, exclusivamente, disfrutáis del poder de rescatarme. Dejadme entrar donde vivir aún pueda y ser una persona como otras y sacudirme el polvo y la vergüenza de lo que fue el lugar en que he nacido. Alemania, demuestras que aprendiste la terrible lección del genocidio y hoy abominas de segregar viejos, dices que todas vidas son iguales, con la clara nobleza que te honra. De España te separa la elevada frontera de los muertos que tú no has tenido, la ordenada manera de aislar lo imprescindible, respetando las libertades, exactamente iguales para cada uno, mayor, adulto, niño, ciudadanos al fin, justo por serlo. A cuantos huiremos de la marca, de la segregación, del nuevo ghetto, del acoso anunciado y propaganda que ya el Gobierno incuba para ofrecer carnaza a los vasallos, ofrécenos asilo, danos días de la igualdad debida a los humanos. Pues te honrarás con ello en la medida que un país de verdad siempre merece.

Nunca debí volver. Cinco países en los que he vivido. Y más de un centenar recorrí sola. Nada tengo en común con el que sueña conque haya siempre más inquisiciones, con el gordo parásito que vive de momias y de mitos de una guerra, de un dictador que fue y les alimenta. Nada que ver con quienes no persiguen a los que ponen bombas y prefieren que los azucen contra quien gobierna. Ninguna relación con los que añoran, de todos los sistemas, los peores, sangrientas dictaduras de cuantas hubo y en el mundo han sido.

Países (casi) todos, me es preciso llamar a las fronteras, dejando atrás el viejo, el muy sincero amor que tuve a la nación que un día fue la mía. Ya no lo es y no va a serlo nunca. Solo entre todos, es país que elige odiarse, rechazar su nombre y su bandera, y vota a un amasijo de ratones que quieren lo mediocre a su medida.

Les ruego me acojan dado el peligro que corro si no me dan asilo. La limpieza en forma de encierro, segregación permanente y adiestramiento de la chusma para que acose, persiga, denuncie y arrincone a la gente de mi edad está en camino, es inminente. El volumen de frustración acumulada en millones de personas sometidas a un aislamiento innecesariamente extremo por ser consecuencia de la absoluta imprevisión, manipulación, estulticia del Gobierno es tremendo, buscarán en quién desahogar su rencor, y, como se trata de un país particularmente cobarde, embestirá, en cuanto le abran la puerta del redil, contra el blanco más más cercano, marcado para ello por las leyes de segregación. Esa víctima propiciatoria, nombrada leproso en potencia por todos los canales oficiales, serán los viejos, que, gracias a la sed de propaganda, el sectarismo y la colosal ineptitud del partido en el gobierno, han muerto a millares, de forma angustiosa, dolorosa e indigna, avalada incluso por protocolos la atroz selección de los que convenía dejar morir.

A la memoria vienen las líneas de la última carta de Petronio, el árbitro de la elegancia, dirigida antes de suicidarse al emperador Nerón. (Sí, orgulloso prohombre del Gobierno, sí. Recuerde, Quo vadis? Es latín; ¿sabe? Ustedes prácticamente lo eliminaron cuando destruyeron el Bachillerato y la buena Enseñanza Pública). Petronio dice a Nerón, quien se enfada bastante, que puede excusarle por haber matado a su mujer, asesinado a su madre, por haber incendiado Roma, pero que lo imperdonable es que se empeñe en declamar horriblemente horribles versos: Mata, pero no cantes. Tortura, pero no bailes. Incendia, pero no hagas poemas.). Parafraseándolo, al Gobierno actual español, ese amasijo de tribus nacionalistas y comunismo revenido encalado de fatuidad, codicia y solicitud viscosa, habría que decirle:

Miente, pero no susurres.

Traiciona, pero no prediques

Extermina por fanatismo, estupidez y negligencia, pero no te hagas fotos en la Casa Blanca.

Puedo excusarte el que mientas sin reposo, que desdeñes los miles de vidas, salud y libertades que han costado tu vanidad y negligencia, que ocultes y desprecies el dolor y el luto.

Puedo excusarte el que te alíes con los que odian al país y cubras de dinero y halagos a representantes de los asesinos del País Vasco y a los siempre traidores y mezquinos independentistas catalanes.

Puedo excusarte la infame actuación de los que tomas como mentores y precedentes cuando azuzaron, tras la gran matanza terrorista con bombas en trenes de Madrid, a las masas a asaltar las sedes del partido entonces en el gobierno en vez de perseguir a los asesinos, de manera que los tuyos se apoderaran del Estado y se repartieran sus despojos.

Puedo excusarte que hayas creado una contienda dual guerracivilista como único argumento de propaganda que te permita sembrar rencor y legitimar tus redes parásitas.

Puedo excusarte que intentes por todos los medios desguazar el país y repartirlo entre quienes te sostienen en la Presidencia.

Puedo excusarte el dispendio gigantesco, en un arruinado país, del erario para nutrir a la multiplicación de tus huestes con cargos públicos, ministros, ministriles y asesores y crear votantes dependientes.

Pero lo que no tiene excusa es el fatal crimen estético, el atuendo indeciblemente hortera de tu mujer, vestida de bandera estadounidense, en la recepción en la Casa Blanca, el de la luctuosa familia monster de tu antecesor que allí cuelga como ridícula muestra de España, tus impostados gestos de novicio medroso, tus inacabables arengas en la televisión a tu servicio, el tono con el que susurra a los equinos del rebaño tu visir, el pachulí sentimental con el que anegas al auditorio, la insólita estulticia de los nombres de tus ministerios, la masa de estupidez y cursilería de tus consignas, que hace tiempo alcanzó el punto crítico.

Y la conmiseración mal disimulada que tu oquedad de atributos despierta cuando intentas posar para la foto y te delata la apremiante ansiedad del nuevo rico por ser aceptado en el club de los de arriba.

Ésta es una muy real y seria llamada de socorro. De vosotros depende el cuánto y cómo de una vida.

Así pues, países (casi) todos los que podéis hacerlo, abridme vuestras puertas, acogedme y salvadme.

Rosúa

 

03/15/17

Galería

Galería

El Parlamento Español: Una galería más.

El Parlamento Español: Galería.

En el Parlamento español, Las Cortes, faltan retratos. De las salas cuelgan los de cada presidente y ministro, pero frente por frente, en la pared opuesta, podrían alinearse otros; aunque, por el desprecio cosechado, tal vez hallarían mejor hueco en el dibujo de la alfombra. Sobrenada en el imaginario, por su insignificancia, el de un señor pequeño y nada joven. Va vestido con aseo, peinado hacia atrás el escaso pelo gris sin implantes. Lleva con esfuerzo una bandera española. Hay poca gente en la plaza madrileña, es una de tantas manifestaciones de víctimas del terrorismo. El señor está solo, y digno, (cap. 20 de «De la Transición a la Indefensión. Y viceversa») Continue reading